EL NO A LA INDEPENDENCIA

Focus: Política
Fecha: 15/09/2016

Si uno vive y trabaja en Catalunya, tiene aquí su familia, e incluso si sus hijos y/o nietos han nacido en este territorio, y no se autopercibe como catalán, será que es un español que reside en Catalunya, como podría residir en la Rioja o en Castilla la Mancha.

Los argumentos a favor de una Catalunya independiente, separada de España, escapan de su horizonte mental.

La racionalidad del proyecto independentista catalán no tiene fisuras, ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo social. Luego, ¿por qué esta cerrazón? ¿Por qué no aceptar un cambio que mejoraría sus condiciones de vida?

Yo veo dos grandes factores de rechazo, con matices para cada uno de ellos.

El grueso de los que se oponen se halla totalmente desinformado. Son grandes colectivos pertenecientes a los segmentos medios y bajos de la población, de cultura castellana, que nunca se han interesado por la lengua, la historia y los valores de la sociedad en la que se hallan insertos y que, en definitiva, no han dado ningún paso para integrarse. Se alimentan a diario de los medios españolistas (televisiones, radios, prensa), que les ofrecen una lectura sesgada, falsa y en muchas ocasiones perversa del hecho catalán. Esto es tan así que a veces ellos mismos no comprenden ese relato catastrofista que les venden, aunque acaben callando. Este bloque se halla situado sobre todo en la periferia de las grandes ciudades. No son independentistas porque ignoran la realidad. Si además reciben el mensaje del miedo (miedo a perder las pensiones, miedo a que les obliguen a hablar en catalán, miedo a que se cierren las fronteras y no puedan ir a su pueblo de origen en verano, etc.), la ignorancia se multiplica. Son fáciles de manipular con sentimientos patrioteros: “la roja”, la “feria de abril de Cataluña”, la “copla”, etc. La síntesis de su posición en contra es una suma de desinformación, miedo y patrioterismo.

Un segundo grupo construye su rechazo en función de su interés. Buena parte de los funcionarios del Estado Español, que viven y trabajan en Catalunya, no están interesados en la “aventura independentista” porque creen que saldrían perjudicados, pues podrían perder parte de los privilegios que les otorga su condición. Es un interés económico y social. Podemos añadir a este colectivo aquellos ciudadanos catalanes de estratos medios y superiores que se han visto favorecidos por el modelo español actual: empresarios cuyo principal mercado es el español y no han hecho nada para cambiar su modelo de negocio, personas físicas o jurídicas con concesiones administrativas muy rentables, profesionales bien remunerados gracias a sus vínculos con el poder central, etc. Su interés es simplemente económico.

Por último, hay que mencionar un segmento que parece no ajustarse a sus compañeros unionistas (donde tenemos todo un repertorio de gentes escoradas a la derecha), ya que su posición ideológica está al otro lado del espectro. Nos estamos refiriendo a la etiquetada como “izquierda oficial-oficiosa”.

Tras la dictadura, la izquierda oficial pactó con la derecha franquista y blanqueó sin pestañear los cuarenta años de represión, tortura y muerte. Le pusieron a este período un código atractivo (la “Transición”) y empezaron a alcanzar cotas de poder, primero en los municipios y, más adelante en las principales instituciones del Estado. Sin darse cuenta, entraron en la mecánica de la alternancia, con la ventaja de que cuando ellos mandaban, contaban con la aprobación ingenua de una gran parte de la población: ellos eran “los buenos”. Y tanto les gustó ese escenario, que acabaron idealizándolo. Con el tiempo, esta narrativa se impuso entre las generaciones más jóvenes (la izquierda oficiosa), que creían mantener la llama viva de la izquierda histórica. Y la izquierda española  –conviene recordarlo-  ha sido siempre nacionalista (desde Azaña a Largo Caballero, desde González a Iglesias).  Podríamos incluir aquí a los jóvenes “rupturistas” que han “okupado” el Ayuntamiento de Barcelona y el Área Metropolitana, en tramposa alianza con la delegación de ventas del PSOE en Catalunya. Los activistas de este grupo han dado un paso más al enfrentarse directamente con los partidos soberanistas, a quienes quieren arrebatar el govern de la Generalitat, para acabar pactando con una España “democrática”  inexistente.

Es por ello que la “izquierda oficial y oficiosa”  (no los que las votan sino los que las representan institucionalmente) no comprende el deseo de independencia de buena parte del pueblo catalán, aunque, cuando les ha convenido, hayan defendido el derecho de los pueblos a la autodeterminación (que es lo que dice su tradicional “manual del buen revolucionario”).

El caso de este colectivo exigiría un psicoanálisis grupal, terapia de imposible instrumentación. No son independentistas porque no pueden serlo, aunque quisieran. Primero tendrían que asumir sus contradicciones (eso también lo recomienda el “manual”), aceptar el hecho diferencial catalán, cuestionar su concepto de nación, revisar su trayectoria política, reconocer sus errores históricos, liquidar su dogmatismo ideológico. Un tremendo esfuerzo de autocrítica al que no están acostumbrados.

No nos confundamos. La voluntad de independencia de Catalunya tiene sus actuales fundamentos en la rebelión de las clases medias catalanas en su espectro más amplio, que han tomado un papel hegemónico en su enfrentamiento con el Estado. Es la sociedad civil catalana la que se enfrenta a los poderes dominantes y es justamente esto lo que desconcierta a los nacionalistas españoles.  

 

 

Notas:

(1) Nuestra cita sirve para contextualizar la revolución en las coordenadas de una Catalunya independiente.

(2) En lectura seleccionada tenemos un texto del gran Xammar, escrito hace ochenta y cinco años, en el que pide la restauración de la dignidad nacional para Catalunya. ¿Qué hemos hecho desde entonces en este sentido?

(3) En mi biblioteca, hemos elegido un libro clásico para entender el capitalismo a través de sus grandes pensadores. Una visión crítica muy bien desarrollada.

(4) En “de otras webs” tenemos la denuncia de Eugènia de Pagès sobre la cerrazón histórica castellana respecto a los derechos de los ciudadanos, centrado en la figura de un científico como Ramón y Cajal.

Alf Duran Corner

 

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