CUANDO LA INVERSIÓN ES UN GASTO

Focus: Política
Fecha: 30/10/2015

Algunos dicen que la economía es la gestión de los recursos escasos. Si interpretamos la “gestión” en un sentido lato, la definición es correcta. Sin embargo, sería más prudente señalar que el tránsito de la economía pasa por la generación de recursos, su correcta asignación y su buena gestión. Y cuando nos referimos a la esfera pública, ese tránsito es todavía más claro. Primero se recaudan impuestos, que luego se destinan a proyectos con criterios de viabilidad económica y social, para acabar gestionándolos eficientemente.

En la legislatura que ahora termina, el Partido Popular ha dado muchas muestras de su probada incompetencia en estas lides, por mucho que traten de vendernos lo contrario.

En el campo de las infraestructuras, no sólo han sido incompetentes sino también irresponsables. Su política ha acabado beneficiando únicamente a aquellos que han intervenido directa o indirectamente en su construcción y puesta en marcha.

Produce grima citar una y otra vez el caso del AVE o red ferroviaria de alta velocidad. Poco se puede añadir a los estudios de Bel, Albalete y otros, que ponen de manifiesto la inviabilidad económica de estos proyectos, que sólo pueden explicarse por la megalomanía de quienes han autorizado tales dispendios, tanto desde el poder ejecutivo como del legislativo, sin que los mecanismos de control de una democracia razonablemente sana los hayan bloqueado, aunque fuera temporalmente. La última frivolidad es el AVE a León  –de una sola vía–  para que un tren único vaya arriba y abajo de ese trazado a un precio por trayecto que no cubre ni los gastos operativos más elementales (toallitas húmedas, cacahuetes, etc.). Acabarán cerrando un acuerdo con el Imserso para que los jubilados leoneses tomen unos callos en la Puerta del Sol, y luego, por la tarde, vuelvan a casa.

Siempre he manifestado que la “ocurrencia” del AVE podría tener su origen en la dirección  general de turismo de Madrid, que habría tratado de facilitar y promocionar las visitas a la capital del Estado. La broma ha salido muy cara (hasta la fecha unos 90.000 millones de euros, un 9% del PIB), y el resultado parco. El volumen de turistas españoles en visita a Madrid no ha cambiado de forma significativa en los últimos quince años.

El gobierno del señor Rajoy  –como el anterior del señor Rodríguez Zapatero– defiende el proyecto argumentando que proporciona “cohesión social” entre los españoles. A este respecto caben dos consideraciones: en primer lugar, los políticos utilizan códigos que no pueden parametrizarse (¿Cómo se define y dimensiona la “cohesión social”?); en segundo lugar, si uno echa un vistazo al mapa de la red tal como está ahora y a los proyectos en curso, rápidamente se constata que es una “cohesión social” sesgada voluntariamente hacia el centro. Dejémoslo en que es una cohesión social castiza. Como última anécdota de ese AVE a León hay que señalar que el señor Rajoy agradeció al señor Rodríguez Zapatero (buen rollo entre colegas) su esfuerzo en favor de esta línea “tan importante” para el territorio. No hay que olvidar que el anterior presidente es leonés. El eslogan podría ser: “Póngame un AVE en mi puerta”.

Pero como de lo que se trata es de alimentar a los buenos amigos del palco del Bernabéu (bancos y empresas de obras públicas), el señor Rajoy ha inaugurado también hace unos días en Cádiz el puente de la Constitución de 1812. Sus palabras en el acto fueron una flor literaria con pretensiones políticas: “Los españoles somos constructores de puentes”. ¡Qué bonito!

El puente, que une Cádiz y Puerto Real,  tiene una longitud de quince kilómetros, de los que tres discurren sobre el mar, lo que lo convierte en un puente más largo  que el  Golden Gate y el de  Brooklyn en Estados Unidos. Tiene una anchura de treinta y siete metros y una altura de ciento ochenta y cinco. Lo ha construido la empresa Dragados, que obtuvo la adjudicación con un presupuesto de 272 millones de euros, aunque al final el coste ha sido de 510 (un sobrecoste del 112%). En la ceremonia, a la que asistió también la señora Díaz (presidenta de la Comunidad andaluza) y la señora Pastor (ministra de Fomento)  –las dos muy satisfechas–  no se contó con la presencia del alcalde de Puerto Real señor Romero, que ya había manifestado su indignación por “este despilfarro”.

Volvamos a Cádiz y a su realidad socioeconómica. Con un 42,05% de paro (datos del INE), es la provincia que encabeza este triste ranking. Otras cinco provincias andaluzas la acompañan entre las diez con mayor desempleo. Y no será porque no se hayan volcado  en la provincia de Cádiz fuertes sumas en proyectos de inversión, tanto por parte del Estado central como por la propia Comunidad Europea. Entre los años 2007 y 2013 estos fondos han sumado 14.000 millones de euros, de los que 2.300 millones tenían que destinarse a programas de formación, aunque fuentes comunitarias dudan de que nunca se hayan llevado a término. ¿Fueron inversiones o quedaron en gasto corriente? ¿Se ha auditado todo esto? ¿Quién paga la fiesta?

El cóctel está servido: megalomanía, electoralismo, retórica, intereses, pantomimas. Todo ello en manos de unos funcionarios ineptos, a los que no les importa utilizar ineficientemente un dinero que no es suyo.

Nos quedamos con el chiste de un gaditano de a pie: “el nuevo puente, que no era en absoluto necesario, sólo servirá para que nos podamos marchar a otros lugares con mayor facilidad”.

España va bien.

Alf Duran Corner

 

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