EL FIASCO DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS

Focus: Política
Fecha: 16/09/2011

Uno de los hijos espurios del proceso de la transición española, que pretendió marcar un “continuum” entre una sangrienta dictadura y una democracia de mínimos, fue la invención de las “comunidades autónomas”.

Los chicos de la UCD, bajo la batuta del señor Clavero Arévalo, pensaron que las provincias (una organización administrativa impuesta por la burocracia del Estado) habían perdido glamour. Se tenía que encontrar una fórmula original que descentralizara la gestión y diera la sensación de que el pueblo tomaba el poder.

Por otra parte, había que aguar los legítimos intereses de aquellas naciones, dentro del Estado, con historia, cultura y lengua propias, que estaban dispuestas a recuperar su derecho a decidir. De hecho, el poder era consciente de que en España solo había tres naciones con este perfil: Castilla (en el sentido lato del término) – que es la que mandaba - , Catalunya y Euzkadi.

El algoritmo fue un nuevo espacio territorial: las comunidades autónomas. Se tomaban algunas provincias, se agrupaban por cercanía o afinidades, se creaba una cierta lírica, se diseñaban unos símbolos y se desarrollaba un aparato administrativo (como si fueran naciones de juguete) con su poder ejecutivo, legislativo y judicial. Luego se les transferían recursos económicos para la gestión del día-a-día, en el bien entendido de que las decisiones se tomaban en Madrid (capital de la gran Castilla) y el grueso del Estado se mantenía incólume.

Era una muestra más de la incompetencia hispánica, que, con esta medida, no hizo otra cosa que doblar el gasto público, potenciar la corrupción, envalentonar a los caciques provincianos y construir redes de intereses en lo político, en lo económico y en lo social. Era el “café para todos”. La metástasis del poder de la señorita Pepis.

Y así ha ocurrido que en los últimos treinta años, la mayoría de esas comunidades autónomas han vivido gracias principalmente a las rentas transferidas desde Catalunya, y, en menor medida, desde Baleares y Valencia. Y, aún así, han desperdiciado esas rentas en inversiones improductivas y gastos superfluos. Es razonable que los inversores internacionales hayan recelado siempre de ese modelo.

Ahora los nostálgicos quieren dar marcha atrás y volver a la España una, grande y libre. Pero es imposible recomponer un disparate. Tardará más o menos, pero Catalunya y Euzkadi recobrarán su independencia. Desde todos los puntos de vista, hay que darse de baja de ese club tan pronto como sea posible.

Alf Duran Corner

 

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