EL FUNDAMENTALISMO CATOLICO

Focus: Sociedad
Fecha: 14/07/2006

El señor Joseph Ratzinger, máxima autoridad del credo católico, ha visitado España, un país constitucionalmente laico.

El señor Ratzinger ha acudido para presidir una conferencia que sus seguidores han organizado en Valencia sobre su concepto de la familia.

Los actos han discurrido dentro de un orden, sin otras consecuencias que las habituales en reuniones de esta naturaleza.

Esta debería haber sido la noticia, pero, una vez más, no ha sido así.

La religión católica, como cualquier otro credo religioso, es una opción personal de cada sujeto, que debe someterse al estricto ámbito de lo privado. Ocupar con desmesura el espacio público, utilizar recursos económicos del presupuesto del Estado, transformar un ritual en un espectáculo de masas, cubrir una importante franja horaria de las televisiones sufragadas con impuestos de todos los ciudadanos, es una desvergüenza.

El catolicismo español está a la deriva, controlado por una guardia pretoriana de cardenales y obispos, que sienten añoranza por los gloriosos tiempos en los que el jefe del Estado se paseaba bajo palio.

Desde sus tribunas mediáticas se hacen proclamas al golpe de estado permanente, mientras los jerarcas se declaran hombres de buena voluntad, en un supremo alarde de hipocresía y mala fe.

La estrategia la diseña el Opus. Los “legionarios de Cristo” se ocupan de las acciones tácticas. Los “kikos” de los trabajos de infraestructura.

No es únicamente que cuestionen a Juan XXIII y su proceso de “agiornamento”, es que la mayoría de ellos no han salido de las catacumbas. Esto puede apreciarse en todas sus manifestaciones, en su simbología, en sus panfletos, en su actitud, en su apariencia.

Las voces críticas dentro del propio catolicismo son escasas y pasan desapercibidas. El resto de los ciudadanos, ajenos al folklore sectario, no le prestan excesiva atención al tema.

Pero hay que ser precavidos y tener muy claro que todo fundamentalismo religioso – no sólo el islámico – es intrínsecamente perverso.
Alf Duran Corner

 

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