LA POLÍTICA AGRARIA COMÚN: PEOR IMPOSIBLE

Focus: Economía
Fecha: 29/11/2013

De forma continuada y monocorde, varios de esos personajes del Estado Español con funciones de “ordeno y mando” nos avisan de los riesgos que entraña no poder continuar en la Unión Europea, como si ésta fuera un paraíso para todos sus ciudadanos.

Sin embargo, cuando uno se pone a analizar las interioridades de este multiétnico conglomerado, surgen serias dudas sobre la eficacia de su gestión, la eficiencia de sus procedimientos y la justicia de sus decisiones, contemplado todo ello desde la óptica de los contribuyentes, que son los que acaban pagando sus arbitrariedades. Este es el caso de la Política Agraria Común (PAC), que es el brazo interventor que la Unión Europea utiliza para incidir en la agricultura del territorio.

Tras la hambruna que siguió a la II Guerra Mundial, los gobiernos europeos de los países democráticos (España no lo era) apostaron por la conveniencia de ayudar a sus agricultores para asegurar mínimamente la subsistencia de la población. Y más adelante, cuando se negociaron los primeros acuerdos de lo que luego sería el Mercado Común, Francia puso como condición el subsidio de la agricultura, para compensar la libertad de comercio de los productos industriales. Así nació la PAC, que desde 1962 garantizaba, mediante subsidios, el precio medio de los alimentos. Esta garantía estimuló la producción hasta extremos impensados, lo que generó excedentes que recibieron nuevas ayudas para poderlos exportar o incluso destruirlos (en el sentido físico del término). Este fue el primer desvarío de unos gobiernos ineptos, que completaron el extraño panorama elevando los aranceles para los productos más baratos que procedían de los países subdesarrollados, con lo que contribuyeron a la escasez de recursos del “tercer mundo”.

Y lo que tenía en principio un cierto sentido, acabó operando como una costra en el gobierno de la Unión Europea, que todavía hoy destina su mayor partida presupuestaria al PAC (57.500 millones de euros – un 43% del presupuesto total), lo que es un dislate económico cuando la comparamos con la contribución de la agricultura al PIB de la UE (un 1,6%), que genera sólo empleo para el 5% de la población.

Desde 1970 hay cierta conciencia de que el PAC ha de reformarse, pero cada vez que se toca algún articulado, la cosa va a peor. Demasiado dinero, demasiados intereses. Con un coste adicional para cada ciudadano de la UE de 280 euros anuales.

Del monto total, Francia se queda el 17%, España el 13%, Alemania el 12%, Italia el 10,6% y el Reino Unido el 7%. Los grandes terratenientes y las macroempresas de alimentación (que procesan materias primas) son los mayores beneficiarios. El 80% de los subsidios van al 25% de los receptores. Hay muchos “agricultores de sofá”, como la familia real británica o la de la casa de Alba. Se paga por “tenencia de tierras”, tanto si producen como si no. En el colmo de la estupidez, hasta ahora cobraban los aeropuertos, las vías férreas y los campos de golf.

En España se repite el modelo. Cobran las grandes multinacionales (como Ebro o Campofrío) y familias como los Mora Figueroa, los Sánchez Pemán, la casa de Alba, los Raventós (Codorniu) y los Bonet Ferrer (Freixenet). Se comprende que el presidente de este último grupo haya hecho una proclamación pública de su acendrado españolismo. El 16% de los beneficiarios reciben el 75% de todas las ayudas. El total de receptores (personas, empresas o entidades) suma 900.000, aunque, curiosamente, sólo hay 350.000 cotizantes de la Seguridad Social Agraria. La mayoría reciben entre 500 y 1.000 euros.

Para el período 2014 – 2020 se ha renovado el programa; puro maquillaje. Se habla de agricultores activos, pero no hay compromiso de producir. Lo importante es de nuevo la tenencia, aunque nunca se haya producido. Se habla de “agricultura verde”, pero hay muchas excepciones. Se habla de limitar el subsidio a 300.000 euros por unidad, pero esto no impide el troceamiento de fincas o la creación de múltiples empresas teóricamente independientes. Se continuará practicando una agricultura intensiva (caso Almería). Total, nada.

Ésta es la Unión Europea de sus sueños.

Alf Duran Corner

 

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