LA POLÍTICA COMO ESPECTÁCULO

Focus: Política
Fecha: 03/03/2015

En la España de los austria y los borbones, la política fue siempre un espectáculo, un espectáculo con tintes dramáticos muy propios de la raíz castellana de ese territorio físico y mental que el gran Antonio Machado retrató de esta forma: “Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta – no fue por estos campos el bíblico jardín - : son tierras para el águila, un trozo de planeta, por donde cruza errante la sombra de Caín”.

Será por esta razón que cualquier pequeña alteración del orden establecido despierta la irascibilidad de la clase dominante, que no está dispuesta a permitir que alguien tome decisiones en un cortijo que les pertenece. Y esa irascibilidad es puro espectáculo. Como muestra más reciente tenemos las declaraciones del señor Aznar López a un periódico de Miami, en las que nos avisa de la catástrofe que se avecina si formaciones como “Podemos” alcanza el poder: “...Podemos es un movimiento político que defiende modelos totalmente totalitarios y postulados populistas y que ha sido financiado, al igual que sus dirigentes, por el régimen de chavismo... Yo creo que algunos dirigentes de Podemos son puramente comunistas, son puramente marxistas y populistas”.Lo de “puramente comunistas” y “puramente marxistas” es una filigrana analítica que sólo se le puede ocurrir a un personaje tan estrafalario como el citado.

Las generaciones más jóvenes se han alimentado de las mismas fuentes calderonianas y hablan de “la patria” y de “la bandera” como si interpretaran un auto de fe frente al tribunal de la Inquisición. Las nuevas marcas políticas (Podemos y Ciudadanos) – que pretenden sustituir a sus progenitores – mantienen el discurso melodramático, con ligeros toques de modernidad poco convincentes.

La oratoria dominante en el Parlamento español es muy similar a los floridos discursos de las cortes franquistas, aunque esté teñida de un formato quasidemocrático. En el contencioso catalán, las manifestaciones de los responsables de los partidos (de la derecha a la izquierda) y de sus portavoces oficiales u oficiosos expresan una aversión profunda (nutrida de contundentes sujetos y sonoros adjetivos) hacia un pueblo que se atreve a romper el sometimiento que le han impuesto desde hace siglos los vencedores (“la sombra de Caín”, avisaba Machado).

Yo siempre he creído que el oasis catalán se apartaba de ese entorno irrespirable y carnavalesco. Que nuestra cultura, nuestra forma de entender el mundo, era sosegada y se hallaba en las antípodas del drama ibérico. Nos va más la comedia de costumbres, el diálogo sin estridencias, el tono pausado del discurso. Lo he creído y lo sigo creyendo, aunque en ocasiones percibo señales de contagio de influencia castellana, que el Estado central sabe utilizar para tratar de romper el bloque soberanista.

Uno de esos símbolos ha sido la representación melodramática del juicio político que una comisión del Parlament de Catalunya ha sometido a la familia Pujol. Ya escribí hace un tiempo un artículo sobre el ex-president de la Generalitat (ver “El linchamiento” 10/09/2014) y no voy a insistir sobre el tema. Quiero sólo ahora referirme al “espectáculo” que algunos políticos profesionales y muchos medios de comunicación han montado sobre este asunto. La simple idea de una “comisión sobre el fraude fiscal” desde una institución legislativa me parece absurda. Que yo sepa, el fraude – si se prueba – tiene una lectura legal, que para eso está, o debería estar, el poder judicial, y no para inmiscuirse en bregas constitucionales. Además, esta comisión – que no sé si recibe unos pluses por servicios prestados – tiene el trabajo asegurado de legislatura en legislatura, pues el fraude fiscal es una asignatura en la que el Estado Español, y también Catalunya, saca un notabilísimo sobresaliente.

Pero vayamos a las formas, que también cuentan. ¿Cómo funciona el evento? Se invita a una serie de personas, que han de responder a las preguntas de los portavoces de los partidos representados en la comisión; la mayoría de las preguntas llevan una declaración previa respecto al invitado, al que se puede tildar de mentiroso, estafador, inmoral o lo que sea. El invitado ha de responder y estoicamente aguantar el chaparrón. Hay otros invitados mejor tratados, que nos cuentan episodios teóricamente relacionados con el fraude, en el sentido genérico del término, y que no hacen más que confundir a la audiencia. El presidente de la comisión – que viste ropa deportiva para dar un aire informal al acto – da la voz a los “ilustrísimos”, que, muy dignos, empiezan a disparar sobre las piezas. Todos se olvidan de que los invitados podían haber desistido de acudir al circo, a no ser que sean aficionados a prácticas sadomasoquistas.

Si tenemos en cuenta, por otra parte, que el Parlament tiene muy limitadas sus capacidades legislativas en un Estado centralista como el español, sorprende que los comisionados hayan caído en las trampas que les han puesto los llamados “servicios de inteligencia” para que se distraigan. La cuestión es repartir dossiers o sacar viejos conejos de la chistera que huelen a rancio. Por último y para que sirva de ejemplo, los medios de comunicación transmiten en directo el espectáculo, para posteriormente ceder el paso a los “opinadores profesionales”, unos curiosos ciudadanos que han hecho de este oficio una fuente permanente de ingresos.

Nos preguntamos si acertarán aquellos que dicen que la política es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos. En este caso de unos políticos mediocres que forman parte de una “comisión de investigación” que no ha investigado nada, y que ha construido su “argumentario”  de acoso y derribo a base de recortes de los tebeos de la capital del reino (la Razón, el ABC, el País, el Mundo) y de otros más cercanos (la Vanguardia, el Periódico), recortes que podríamos situar a medio camino entre “El hombre enmascarado” y “Las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín”.

Pero el espectáculo ha tenido un final inesperado, pues terminado el segundo acto ha surgido un actor – Jordi Pujol Ferrusola – que se ha apartado del guión y los ha puesto en ridículo. El señor Pujol Ferrusola ha dado una clase de capitalismo financiero – sobre el que tengo una posición muy crítica pero que ahora no voy a juzgar – a un colectivo de funcionarios sabihondillos. Los ha inundado de nombres, fechas, proyectos, cifras, referencias. Se han quedado atónitos, pues ellos no esperaban esto.

Veremos como acaba el tercer acto. Empieza a ser interesante. Si quieren espectáculo, mejor que vayan preparados. Esto promete.



Notas:

Alf Duran Corner

 

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