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Focus: Sociedad
Fecha: 26/04/2007

Una nueva matanza se ha producido en Blacksburg, en un centro universitario del estado de Virginia, con un montón de muertos cuyas fotografías aparecen en todos los medios.

Se ha identificado al causante de la masacre, al que rápidamente se ha etiquetado como “psicópata”, con antecedentes clínicos que permiten dar consistencia al hecho. Además se ha suicidado.

Caso cerrado. Mañana los medios encontrarán otro tema con el que estimular nuestros miedos.

Este tipo de análisis (trastornos de personalidad) oculta otra realidad de fondo de la que se habla en ocasiones, sin que se produzca la voluntad política de cambiarla: la libertad para comprar y vender armas en Estados Unidos.

Michael Moore le dedicó un documental de fuerte impacto (Bowling for Columbine), pero la sociedad en su conjunto apenas se inmutó.

El estado de Virginia no es de los más tolerantes en el comercio de armas y además, en el campus universitario, estaba prohibida la tenencia.

¿Qué les pasa a los norteamericanos para que defiendan con uñas y dientes la famosa segunda enmienda de la Constitución, que permite tal dislate?.

A mi juicio, no les pasa nada. Creen firmemente que las armas de fuego forman parte de su historia, de su identidad como pueblo, de sus más profundos valores. En un país en el que priva el individualismo por encima de todo, el derecho a las armas es incuestionable. Y es por ello que dos de cada cinco hogares declaran poseer armas, sin que se tengan garantías de la no presencia en los otros tres.

Y es por ello que ningún candidato presidencial con aspiraciones al cargo haya mínimamente propuesto, en alguna campaña, un control más riguroso. Saben sobradamente que perderían las elecciones, a pesar de que cada día mueren en Estados Unidos 80 personas por disparos de armas de fuego.

Y no existe evidencia probada de que los 30.000 homicidas anuales sean todos psicópatas.
Alf Duran Corner

 

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