RECUERDOS DE STANFORD

Focus: Política
Fecha: 20/11/2012

De la Stanford Business School guardo los mejores recuerdos. Por la calidad de su claustro de profesores, por el entorno de Palo Alto, por el rigor metodológico de los trabajos, por el nivel del alumnado y por muchas otras razones.

Estos días he pensado en Steven Brand, cuyas clases de estrategia dejaron fuerte impronta en nuestra promoción. Brand era un tipo inclasificable. Ingeniero de profesión, había cursado el MBA en Stanford y el doctorado en la California Western University. Desde sus primeros años como ejecutivo junior en la General Motors, había llegado a la cúspide, como consejero delegado de diversas empresas tecnológicas. La docencia era para él un complemento de sus actividades profesionales, casi una necesidad vocacional.

Y si había algo en lo que Brandt insistía, una y otra vez, era en el concepto de “prioridad”. En las propuestas estratégicas hay que poner orden, distinguir lo importante de lo que no lo es. No desviar la atención.

Y si hago referencia a todo esto es porque algunos analistas, de perfil más que bajo, interpretaron erróneamente el discurso del líder del PNV Iñigo Urkullu, tras su éxito en las elecciones. Urkullu priorizó el combate contra la crisis en Euzkadi porque sus problemas de soberanía están casi resueltos desde hace treinta años, no porque haga una lectura pragmática de la situación. Trasladar este mensaje a Catalunya sería un grave error. En Catalunya, la realidad viene determinada por otros parámetros (llámense “expolio fiscal”, déficit de inversiones públicas, incumplimientos del gobierno central, extorsión o lo que a uno le de la gana), y estos parámetros y no otros son los que deben obligar a los ciudadanos a saber jerarquizar sus opciones de futuro.

Al principio las propuestas de los españolistas fueron muy “light”. Por ejemplo, argumentaron que “ahora hemos de estar todos unidos para solucionar la crisis económica”, lo que era una vulgar trampa que pretendía ocultar el origen del problema. Insistieron “poéticamente” en que separar Catalunya del Estado Español era quebrar el tronco común. Declararon, con todo tipo de requiebros, su apasionado amor por nosotros. Dijeron que ahora lo que se llevaba era la globalización, obviedad que sólo recitan los Estados independientes.

Luego sacaron la artillería más pesada, contando en ocasiones con la colaboración de militantes de partidos con base en Catalunya. Hablaron de corrupción, de cuentas cifradas, de referéndums con olores franquistas, de golpes de estado jurídicos, de atentados a la “democracia”, de la asociación nación-nazismo (ellos, justamente ellos, que de esto último se vanagloriaron sólo hace unas décadas), de pensionistas abandonados y de un largo etcétera de despropósitos.

En estas ocasiones siempre me viene a la cabeza la rapidez dialéctica con la que el personaje interpretado por Lee Marvin contesta al potentado que lo ha contratado, engañosamente, en la película de Richard Brooks “Los profesionales”. Dice el potentado: “Es usted un bastardo”. “Si señor”, responde Lee, “Pero en mi caso es un accidente de nacimiento. Usted se ha hecho a sí mismo”. En la política española hay mucho bastardo (masculino y femenino) que se lo ha ganado a pulso.

En este momento histórico la prioridad de Catalunya es la independencia, alcanzar la propia soberanía. Y para eso hay que olvidarse de transversalismos de partido y votar por el único líder que nos puede sacar de este embrollo y que no es otro que Artur Mas. Reconozco mi sorpresa ante su coraje, su persistencia y su temple.

Por primera vez, daré mi voto a Convergència; mejor dicho, a Artur Mas.

Alf Duran Corner

 

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