TEORIA DEL DECRECIMIENTO

Focus: Sociedad
Fecha: 19/04/2013

La gente de “The Economist”, siempre dispuesta a codificar los fenómenos sociales, ha puesto un membrete al proceso de “decrecimiento” que han sufrido algunos países entre el año 2007 y el 2013. Lo llaman “el índice Proust”, tomando como referencia la gran novela autobiográfica de Marcel Proust que tituló “En busca del tiempo perdido”. Para ello han elaborado una metodología de análisis que incluye, entre otras variables, el PIB per capita, el índice del mercado de valores y el precio de las viviendas. Concluyen que prácticamente toda la Unión Europea ha retrocedido, destacando Grecia (doce años), el Reino Unido (ocho años), España, Portugal, Italia e Irlanda (siete años), al igual que Estados Unidos (siete años).

En buena parte esta apreciación está presente en la sociedad, en las personas, en las familias, en las instituciones. La mayoría de la gente dice: antes vivíamos mejor. Pero, ¿es eso cierto? ¿No será que hacemos una lectura economicista de la vida e interpretamos que más es siempre mejor? Decía Edward Bernays, el padre de las Relaciones Públicas, que la gente desea lo que no necesita y no desea lo que necesita. Menuda paradoja !

La verdad es que hemos decrecido, pero lo hemos hecho a contrapié. Sin embargo ya existe, desde el último tercio del siglo pasado, una corriente de pensamiento político, económico y social que apuesta por el “decrecimiento”, entendiendo como tal una disminución regular controlada de la producción económica. Esta corriente cuestiona el modelo económico neoclásico – el modelo dominante – y afirma con rotundidad que ese modelo no produce bienestar. Su idea es “vivir mejor con menos”. Su línea argumental es que o decrecemos voluntariamente o acabaremos decreciendo por el agotamiento de las fuentes que producen el crecimiento.

Probablemente uno de los forjadores originales de esta corriente fue Nicholas Georgescu-Roegen, economista y matemático, que en 1971 publicó su libro “La ley de la entropía y el proceso económico”. Decía Georgescu que el modelo neoclásico no tiene en cuenta la segunda ley de la Termodinámica (la Ley de la Entropía) que se expresa diciendo que materia y energía sólo pueden cambiar en un sentido: de utilizable a inutilizable, de ordenado a desordenado, de disponible a no disponible. Esta ley es incompatible con el crecimiento cuantitativo indefinido, basado en el consumo creciente de energía de carácter finito. Su tesis cuestionaba el discurso oficial sobre el progreso. Un año después, el “Club de Roma”, un think-tank que contaba con las bendiciones del poder establecido, ratificaba las teorías de Georgescu con su conocido informe sobre “Los límites del crecimiento”.

Han transcurrido muchos años y los gobernantes han prestado muy poca atención a este atractivo enfoque. No sólo esto sino que los “países emergentes” han reproducido el modelo aplicado por los países occidentales, modelo que tiene fecha de caducidad.

Como siempre, la idea central es más cultural que económica. Es un problema de valores. Hay que preguntarse ¿cuánto de verdad necesitamos para vivir?

Hágame caso. Simplifique su vida o se la van a simplificar por decreto.

Alf Duran Corner

 

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