UNA MUERTE ANUNCIADA

Focus: Política
Fecha: 08/02/2013

La última pirueta del Partit dels Socialistes de Catalunya, en la votación del Parlament sobre “el dret a decidir” (votaron mayoritariamente que no), ha significado la firma del acta de defunción de un partido que nació tras un parto complicado, hecho a toda prisa en 1978, cuando los grupúsculos socialistas que operaban en Catalunya fueron impelidos a unirse bajo la supervisión y sostén de la socialdemocracia europea.

Conviene recordar aquí y ahora que hasta la muerte de Franco los militantes socialistas del PSOE en el Estado Español apenas llegaban a 2500. Cabían todos en un teatro de mediano aforo. Se estima que en Catalunya había 100, la mayoría pertenecientes a la UGT; era la que luego se denominó Federación Catalana del PSOE. En Catalunya el único partido que combatió al franquismo fue el PSUC, por eso se hablaba del “partido” y no era necesario ponerle nombre y apellidos.

En Catalunya había también otros colectivos de ideario socialista, que se habían constituido tras la guerra civil y operaban en la clandestinidad. El origen estaba en el Moviment Socialista de Catalunya, fundado en 1945 en el exilio, con gente procedente del POUM, del PSUC, de Esquerra Republicana, de la CNT y de la Unió Socialista de Catalunya. Muchos de ellos habían hecho la guerra, tenían una fuerte formación política y eran catalanistas. A finales de los sesenta se escindieron, con la creación de Convergència Socialista de Catalunya (más adelante PSC-Congrés), escorada a la izquierda y dirigida por Joan Reventós, y Reagrupament Socialista i Democràtic de Catalunya (luego PSC Reagrupament), escorada a la derecha y liderada por Josep Pallach. Sus programas económicos eran distintos, pero su idea de país era la misma. Las diferencias ideológicas se pusieron de manifiesto en las primeras elecciones generales del Estado (1977), cuando el PSC-Reagrupament se presentó en coalición con Convergència Democràtica de Catalunya, en tanto que el PSC-Congrés lo hizo con la Federación Catalana del PSOE.

El parto del 78, parto contra natura, integró en un solo cuerpo a dos partidos nacionalistas catalanes con un partido nacionalista español. Y aunque el nuevo partido estuvo dirigido por políticos catalanes (de talante “soft”), pronto sintieron el peso de la corriente centralista, pues además los cien militantes del PSOE de mediados de los setenta habían crecido exponencialmente, en particular en el área metropolitana de Barcelona, con fuerte presencia migratoria castellana. La muerte prematura de Josep Pallach, que tenía condiciones de líder, truncó las esperanzas de un partido socialista catalán auténticamente independiente. Rápidamente se puso de manifiesto que el nuevo partido estaba desequilibrado y no era más que una delegación de ventas del PSOE. Eran la voz de su amo.

La corriente españolista fue ocupando posiciones en el aparato del partido y acabó siendo una agencia de colocación de los nuevos militantes. Es lógico que ahora exijan fidelidad. A los rebeldes se les hizo la vida imposible y acabaron abandonando el partido. Se perdieron activos de calidad como Pascual y Ernest Maragall, en tanto que se potenciaban activos mediocres como José Montilla, Carmen Chacón o Pere Navarro.

El PSC ha muerto, tras una larga y penosa agonía. Ahora, por fin, las cosas están más claras.

Alf Duran Corner

 

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