A finales del siglo XIX y principios del XX, el matemático y filósofo francés Henri Poincaré...

A finales del siglo XIX y principios del XX, el matemático y filósofo francés Henri Poincaré hizo un descubrimiento magnífico: en el concepto de Newton, el de la mecánica celeste aparentemente uniforme, aparecen distorsiones que las ecuaciones lineales no permiten explicar sin ambigüedad. El fenómeno de lo que se denomina la no linealidad ha conducido después a la teoría del caos que conocemos hoy. Bergson aplicó la idea de una evolución totalmente creativa, inaprensible de manera conceptual, a la vida misma y al universo en su conjunto, lo que, para la historia y sobre todo para la historia del espíritu, significa sencillamente que está sometida a la contingencia. De hecho, la historia de las ciencias es imprevisible, se manifiesta en forma de transformaciones bruscas. Sólo un imbécil sabe siempre lo que va a decir, mientras que un hombre inteligente tiene siempre en cuenta que puede producirse algo sorprendente. Ésta es la razón por la que dicha integración de lo imprevisto constituye una característica decisiva de la inteligencia y del trabajo intelectual, característica que es también, necesariamente, la de la ciencia. La ciencia y la poesía  -que, etimológicamente, se deriva de “fabricar”-  están sin duda unidas por la misma meticulosidad y por la misma atención: aquí, en el procedimiento metodológico, allí, en el uso preciso del lenguaje.

 

Fuente: El libro de los saberes. Constantin von Barloewen/Gala Naoumova. Conversaciones con Michel Serres.Random House Mondadori.Barcelona.2009

 

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