Apenas hay una rama de la literatura, la música, las artes plásticas, la filosofía, el drama, el cine, la moda y los accesorios ...

Apenas hay una rama de la literatura, la música, las artes plásticas, la filosofía, el drama, el cine, la moda y los accesorios de la cotidiana vida urbana donde la homosexualidad no haya tenido una participación fundamental, muchas veces dominante. Puede verse que el judaísmo y la homosexualidad (con la máxima intensidad cuando coinciden, como en un Proust o un Wittgenstein) han sido los dos principales generadores de toda la textura y el sabor de la modernidad urbana en Occidente. De una manera que C.P. Snow ni siquiera insinuó en su argumentación sobre “las dos culturas”, es con mucho la sorprendente ausencia de una comparable presencia homosexual en las ciencias puras y aplicadas lo que ha contribuido a causar la brecha cada vez mayor entre la cultura general y la científica. Es un fenómeno inmenso y hasta ahora sólo imperfectamente comprendido del cual es papel de la homosexualidad en la política y en el mundo del espionaje y la traición es sólo un aspecto especializado, aunque llamativo. En el caso de Blunt y de los jóvenes apostólicos de Cambridge y Bloomsbury, además, la homosexualidad es quizá un concepto demasiado restrictivo.

Hay tiempos muy recientes, las clases privilegiadas de la sociedad inglesa eran educadas en escuelas célibes y en los colleges célibes de Cambridge y Oxford, que admiten mujeres solamente desde hace siete u ocho años. Esta educación estaba avalada por un ideal explícito de amistad masculina, de una intimidad masculina y una confianza mutua más duradera y radiante que los plebeyos valores del mundo exterior. Los Enemies of promise de Cyril Connolly y el exquisito Friends apart de Philip Toynbee ofrecen una imagen clásica de esta Arcadia adolescente, con sus sugestiones de tardes veraniegas de franela blanca y sus muertes heroicas en futuras guerras varoniles. Este código masculino abarcaba etapas de encuentros homosexuales que van desde el más platónico (por su parte un término ambiguo) de los enamoramientos de colegial hasta la relación completa. Pero incluso ésta se limitaba a ser, en muchos casos, una fase transitoria antes de que se extinguiera la luz estival y de que un hombre hiciese su responsable entrada en el clima, más frío, del matrimonio y la vida familiar. Sin embargo, lo más importante no es el homoerotismo sino la visión de un reducido grupo de hombres en sintonía por la común educación y por el común escenario embrujado de los claustros y jardines de Cambridge. La fuerza de la afinidad electiva en un grupo así es doble: por una parte, los lazos de los afectos, y por otra, el rechazo, más o menos consciente, de las vulgares costumbres y zafias convenciones de “los otros”, de la multitud banal. La contraseña para acceder a este complejo conjunto de actitudes y creencias es una celebérrima declaración de E.M.Forster, formulada por él en los años treinta y repetida innumerables veces desde entonces: “Si tuviera que elegir entre traicionar a mi país y traicionar a mi amigo, espero que tuviera las agallas de traicionar a mi país”.

 

Fuente: George Steiner en The New Yorker. George Steiner. Ediciones Siruela. Madrid. 2009.

 

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