Considerad una cadena causal común. Veis en una pantalla de televisión una señora que lleva un vestido rojo...

Considerad una cadena causal común. Veis en una pantalla de televisión una señora que lleva un vestido rojo. ¿Dónde está el color rojo? Podéis contestar, obviamente, de muchas maneras distintas, correctas todas ellas, en función de cómo defináis los términos. Aun en el caso de que estéis en el estudio, viendo a la señora de carne y hueso, la cadena causal dista mucho de ser sencilla. La luz proyectada sobre el vestido se refleja dando un conjunto complicado de ondas electromagnéticas. Éstas son refractadas por vuestras córneas y vuestros cristalinos produciendo una imagen invertida en cada una de vuestras retinas. Estas imágenes se traducen en impulsos eléctricos que, recorriendo los nervios ópticos, van a parar a ambos lados de vuestro cerebro. Entonces, por un proceso que nadie comprende, el cerebro interpreta esta información y os da la sensación de rojo. Desde una perspectiva, la naturaleza es una muestra rica de colores, olores y sonidos. Desde otra, podemos estar de acuerdo con Alfred North Whitehead en que:


Los poetas están completamente equivocados. Deberían dirigir todos sus poemas a sí mismos, y convertirlos en odas de auto-felicitación por las excelencias de la mente humana. La naturaleza es un asunto soso, silencioso, incoloro e inodoro; una mera avalancha de materiales, sin fin y sin sentido.


El vestido de la señora está hecho de átomos, los cuales consisten a su vez en protones, electrones y neutrones. Y estos ¿de qué están hechos? La física llega necesariamente a un punto en que la naturaleza de la materia se sume en la oscuridad. Puede que algunas partículas resulten estar hechas de quarks, pero entonces podría uno preguntarse de qué están hechos los quarks. Un perro conoce en parte la estructura de un árbol, pero no sabe nada de átomos. Un físico moderno sabe un montón de cosas sobre los átomos, pero siempre hay un punto crítico más allá del cual el “material” del árbol escapa a nuestra comprensión. ¿Hay alguna especie de dios que conozca la naturaleza última de ese material? ¿Quién sabe? Ni tan siquiera somos capaces de entender el problema de una manera que no sea confusa. Puede que ni tan sólo haya una naturaleza última. Por lo que sabemos, la estructura de la materia podría tener infinitos niveles, igual que un conjunto infinito de cajitas orientales.

 

Fuente: Los porqués de un escriba filósofo. Martín Gardner. Tusquets Editores. Barcelona. 2001.

 

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