El capitalismo de libre mercado más auténtico y libertario requiere que el Estado se mantenga aparte...

El capitalismo de libre mercado más auténtico y libertario requiere que el Estado se mantenga aparte: el sistema se regula y funciona óptimamente por sí solo, de manera que cualquier regulación o intervención (léase interferencia) deberá, por definición, socavar su eficacia. El crítico más influyente de esta concepción fue el gran economista británico John Maynard Keynes. Al escribir sobre el “capitalismo internacional decadente pero individualista” que dominaba en los años posteriores a la primera guerra mundial, apuntó ácidamente: “No es inteligente. No es hermoso. No es justo. No es virtuoso. Y no cumple”. Las opiniones a favor del intervencionismo de Keynes parecieron verse corroboradas por la Gran Depresión de los años treinta, y durante varias décadas su recomendación –que el gasto público debería utilizarse para estimular la demanda en la economía y así se aumentaba el empleo y se superaban las presiones hacia la recesión- fue ampliamente seguida. Sin embargo, el ánimo cambió en la década de 1970, cuando el keynesianismo pasó de moda y su lugar como ortodoxia económica dominante fue ocupado por el monetarismo, una doctrina que suele asociarse al economista estadounidense Milton Friedman. Al reafirmar la perfección del mercado libre, los monetaristas insistieron en que el papel del Estado debería limitarse a controlar el flujo de dinero, para reducir la inflación, y a eliminar monopolios, aranceles y otras trabas externas al mercado. La era de la desregulación, la privatización y el “Estado mínimo” iniciada por los denominados “neoliberales”, en especial Ronald Reagan y Margaret Thatcher, llegó a un brusco final a mediados de la primera década del siglo XXI, cuando la “Crisis del Crédito” global dio paso a una fase de intervención gubernamental a una escala sin precedentes históricos.

 

Fuente: 50 cosas que hay que saber sobre política. Ben Dupré.Editorial Planeta.Barcelona.2011.

 

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