El capitalismo naciente ha producido no sólo la actitud mental de la ciencia moderna...

El capitalismo naciente ha producido no sólo la actitud mental de la ciencia moderna, actitud que consiste en plantearse ciertas interrogantes y procurar contestarlas de una manera determinada, sino que ha creado también los hombres y los medios. Al romper el ambiente espiritual del feudalismo y perturbar la paz intelectual del feudo y la aldea (aunque, por supuesto, siempre había mucho que discutir y por qué reñir en un convento), pero especialmente al crear el espacio social para una nueva clase que se apoyaba en sus realizaciones individuales en el campo económico, el capitalismo atrajo, en cambio, a aquel campo a las voluntades fuertes y a las inteligencias poderosas. La vida económica precapitalista no dejaba espacio para realizaciones que permitiesen franquear las barreras de clase o, para expresarlo de una manera diferente, que fuesen susceptibles de crear posiciones sociales comparables a las de los miembros de las clases entonces dominantes. No es que se impidiese el ascenso social en general. Pero la actividad económica, hablando en términos amplios, era de índole esencialmente subalterna, incluso en el caso de los artesanos que alcanzaban la cumbre de las corporaciones, por encima de las cuales apenas les era posible elevarse. Las avenidas principales para el ascenso social y las grandes ganancias las constituía la Iglesia -casi tan accesible como ahora durante toda la Edad Media-, a la que podemos añadir las cancillerías de los grandes magnates territoriales y la jerarquía de los señores feudales, completamente accesible hasta mediados del siglo XII, aproximadamente, para todo hombre calificado física y psíquicamente y no totalmente inaccesible después. Sólo cuando la empresa capitalista –en un principio comercial y financiera; después, minera y, finalmente, industrial- desplegó sus posibilidades es cuando la capacidad y la ambición supernormales comenzaron a convertir los negocios en una tercera avenida. El éxito fue rápido y manifiesto, pero se ha exagerado mucho el prestigio social que llevaba consigo al principio. Si examinamos de cerca la carrera de Jacob Fugger, por ejemplo, o la de Agostino Chigi, comprobamos fácilmente que tuvieron poco que ver con el rumbo de la política de Carlos V o del Papa León X y que tuvieron que pagar un precio muy elevado por los privilegios de que disfrutaron. No obstante, el éxito del empresario era lo suficientemente fascinador para todos, excepto para los estratos más elevados de la sociedad feudal, para arrastrar a la mayoría de los mejores cerebros y engendrar así un nuevo éxito, consistente en un nuevo impulso para la máquina racionalista. En este sentido, el capitalismo –y no meramente la actividad económica en general- ha constituido, en definitiva, la fuerza propulsora de la racionalización del comportamiento humano.

 

Fuente: ¿Puede sobrevivir el capitalismo?. Joseph A.Schumpeter. Capitán Swing Libros. Madrid. 2010.

 

« volver