El capitalismo norteamericano presenta poco más o menos todas las atracciones de un <i>western</i>...

El capitalismo norteamericano presenta poco más o menos todas las atracciones de un western. En él se promete una vida aventurera, agitada, estresante, pero apasionante para los más fuertes. La economía-casino crea el suspenso, da a cada uno el estremecimiento del peligro, permite aplaudir a los vencedores y abuchear a los vencidos. Como en los juegos circenses, se juegan allí los hombres a la ruleta. Ese capitalismo está, por otra parte, poblado por una fauna exótica dispuesta a espectaculares combates: tiburones, halcones, tigres y dragones. ¿Qué existe más atractivo? ¿Qué hay más propicio para maravillosas escenificaciones? En cambio, en el sistema renano, la mayoría de los “animales” de la vida económica son animales domésticos de comportamientos predecibles. ¡Lástima! Además, en el lado renano, la vida prometida puede muy bien revelarse como activa, pero será probablemente monótona, tal vez aburrida. El capitalismo renano recuerda una administración de “padre de familia”, en el sentido expresado por el Código Civil francés. Por su parte, el capitalismo norteamericano más bien sugiere la pedrería brillante del Crazy Horse Saloon. Ciertamente, bajo los focos, uno de los dos sale perdiendo. ¡Es como si usted quisiera conquistar el mercado de los jeans tratando de vender a los jóvenes pantalones tiroleses!

Por lo demás, el capitalismo estadounidense es, en el sentido literal del término, hollywoodense. Participa del negocio del espectáculo y de la novela de aventuras. Toda la terminología utilizada y enriquecida durante la “era Reagan” lleva su marca. ¿Es una casualidad que Michael Milken, el inventor de los junks bonds, hoy condenado a diez años de prisión efectiva y tres en libertad condicional, fuera llamado The King (el rey) por los banqueros americanos? The King era también el apodo de Elvis Presley, primer ídolo del negocio del espectáculo mundial. Las tomas de control se insertan, como señala P.M. Hirsch (American Journal of Sociology, enero de 1986), en figuras simbólicas que, para la mayoría, reproducen las de la cultura popular: el modelo del western (buenos/malos; emboscadas), el de la piratería, el tema de la relación amorosa, el patrón de los cuentos de hadas (la Bella Durmiente del bosque) y del juego deportivo.

En cuanto a la jerga de las OPA, que participa por lo general de una retórica guerrera, sería lo bastante rica y sugestiva como para llenar las páginas de un diccionario especializado. Bear hug (abrazo del oso), corporate warlords (señores de la guerra), dealmaker (fabricante de “golpes”), Golden handcuffs (esposas de oro), shark watcher (acechador de tiburones), etc. Este lenguaje es realmente el del cine de aventuras o de los dibujos animados fabricados en Hollywood. La figura del juego, que legitima el espíritu de las tomas de control, se convierte en realidad. ¡Un gran juego! Un especialista de Wall Street, citado por el sociólogo norteamericano John Madrick, ironizaba hace algunos años sobre este aspecto. “El movimiento de las tomas de control –decía- se parece cada vez más a un juego de sociedad, con protagonistas tan alejados de las realidades económicas e industriales como lo están los niños jugando al Monopole” (Taking America, Nueva York, Bantam Books, 1987).

 

Fuente: Capitalismo contra Capitalismo. Michel Albert. Ediciones Paidós Ibérica.Barcelona.1999.

 

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