El concepto de “nacionalismo banal” es crucial para entender las asimetrías que se producen entre nacionalismos con Estados y nacionalismos sin Estado...(Ignacio Sánchez-Cuenca)

El concepto de “nacionalismo banal” es crucial para entender las asimetrías que se producen entre nacionalismos con Estados y nacionalismos sin Estado. Mientras que la bandera nacional ondeando en el balcón de un edificio público de nuestro Estado nos resulta algo normal, que un grupo nacional sin Estado se empeñe en hacer ondear su propia bandera parece a muchos una muestra indudable de “aldeanismo” y “tribalismo”. Proponen como remedio a esa patología que los nacionalistas viajen y conozcan mundo (como decía Vargas Llosa en la cita que antes reproduje, el nacionalismo se “cura” con cultura), pero no está de más recordar que algunos de los más aguerridos nacionalistas sin Estado son personas con una trayectoria internacional muy destacada. Más allá de lo que cada uno piense de sus posicionamientos, no parece que pueda decirse, por ejemplo, que el problema de algunos de los académicos catalanes que con más vigor defienden la independencia de su territorio sea que su horizonte cultural o intelectual no va más allá de las veguerías catalanas: cuando uno analiza el currículum de algunos de ellos (Xavier Sala-i-Martí, Andreu Mas-Colell, Carles Boix, Jordi Galí, etc.) y lo compara con el de nuestros antinacionalistas (los Espada, Savater, Juaristi…), tan castizos ellos en sus planteamientos, preocupaciones y estilo literario, resulta evidente que el nacionalismo no tiene demasiado que ver con viajar o no viajar.

¿Cómo han respondido los intelectuales españoles “antinacionalistas” ante la reclamación de Estado por parte de colectivos nacionales como los del País Vasco y Cataluña? En el caso del País Vasco, la cosa fue relativamente sencilla: mientras hubiera violencia y coacción por parte de ETA, no se daban las condiciones para plantear un reajuste constitucional del País Vasco o su eventual independencia. El momento de mayor intensidad política se produjo durante las dos primeras legislaturas de Ibarretxe. Posteriormente, con la derrota parlamentaria del Plan Ibarretxe y la decadencia de ETA, el conflicto nacionalista en el País Vasco ha ido rebajándose, por lo que los expertos en “vasquismo” han ido perdiendo protagonismo en el debate público, a la vez que los expertos en “catalanismo” cobraban mayor visibilidad.

El debate sobre Catalunya resulta mucho más interesante desde el punto de vista intelectual, pues la ausencia de violencia obliga a las partes a ser más explícitas sobre los argumentos a favor y en contra de las reivindicaciones de las fuerzas nacionalistas catalanas. Durante muchos años se dijo que mientras hubiera violencia no podía plantearse la cuestión de la independencia. Eso había que dejarlo para los tiempos de paz. En ausencia de violencia, todo se podría plantear y debatir. Pero cuando, para sorpresa de muchos, el independentismo empezó a crecer no en el País Vasco, sino en Cataluña, y lo hizo de forma pacífica y cívica, se descubrió que aquel latiguillo de que todo es debatible no era más que una glosa del principio de libertad de expresión, sin consecuencia política alguna.

 

 

Fuente: La desfachatez intelectual. Ignacio Sánchez-Cuenca. Los libros de la Catarata. Madrid.2016.

 

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