El crash del 29 era inevitable porque, tal y como se habían estado haciendo las cosas desde el final de la primera guerra mundial...

El crash del 29 era inevitable porque, tal y como se habían estado haciendo las cosas desde el final de la primera guerra mundial, un crash tenía que suceder y, dado que cualquier medida que se hubiese tomado para evitarlo se hubiera inscrito en el marco económico-político-tecnológico-social existente, es decir, el marco que fue alimentando el crash a medida que la economía de la época iba creciendo, el efecto disuasorio de esas medidas fue, como sabemos, nulo.

Por un lado, el crash de 2010 y los diez años que va a llevar la salida completa de esa crisis son inevitables; por otro, los cinco años comprendidos entre 2003 y 2007 han sido excepcionales (siendo generosos) y, exceptuando la breve recesión de 2000, los doce que median entre 1996 y 2007 han sido muy, muy buenos (para unas economías más que para otras, claro). Entonces ¿qué es lo que hemos perdido sin haber llegado nunca a tenerlo?

Pues algo tan simple como un crecimiento equilibrado, eficiente, acompasado con una realidad que se fuese desperezando como un recién nacido en su cuna. A nuestra realidad le pusimos un motor biturbo, y voló, pero a un precio muy elevado, y en economía existe una regla muy simple, muy sencilla: el coste de lo que sea, alguien, en algún lugar, de alguna manera y algún día, tiene que pagarlo; en economía las deudas se pagan, y nuestro sistema ha llegado a unos niveles de deuda físicamente insostenibles, e impagados. Ahora ha llegado el momento de abordar todo lo que hemos ido dejando para más adelante, ¿verdad?

¿Podían haberse hecho las cosas de otro modo? En teoría si, pero, ¡PERO!, entonces no hubiéramos crecido todo lo que hemos crecido; luego, ¿podrían haberse hecho las cosas de otro modo? Entre 1996 y 2007 la economía del planeta funcionó a un ritmo muy por encima del aconsejable, pero era imposible que se redujese porque el diseño de su estructura la forzaba a funcionar a esa velocidad; como el replicante Roy de Blade Runer : una vida muy intensa, aunque breve.

 

Fuente: El crash del 2010. Santiago Niño Becerra. Los libros del lince. Barcelona. 2009.

 

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