El káiser se había ido y, en consecuencia, los alemanes tenían ante sí un amplio abanico de posibilidades...

El káiser se había ido y, en consecuencia, los alemanes tenían ante sí un amplio abanico de posibilidades, no se hablaba de otra cosa por la calle, mientras la borrasca se desencadenaba en las sedes electorales. Durante la época de Weimar, la política se hacía en voz alta, en medio de protestas, sin ningún control y, para mayor sorpresa, democráticamente. Era raro que hubiera un partido político que no consiguiese votos suficientes para estar representado en el Reichstag. Por no hablar de sus defensores, hasta los más encarnizados enemigos de la República contaban con sus propios periódicos, y organizaban manifestaciones. Las mujeres, que acababan de conseguir el derecho al voto, se unían a organizaciones políticas que funcionaban sin trabas legales. En la década de 1920, partidos y movimientos de todos los colores recurrieron a los medios de comunicación de masas y a las nuevas formas de hacer arte –radio, fotomontajes, altavoces, incluso películas- con tal de que su mensaje llegase a los pueblos más apartados, a los rincones más remotos del país. La política se convirtió en un “fenómeno de masas”, algo desconocido hasta aquel momento. Probablemente, durante aquel decenio, ningún otro país, aparte de Alemania –desde luego no Estados Unidos con su feroz represión de la izquierda, sus nocivas políticas antisindicales y su racismo legalmente consentido- disfrutaba de semejante libertad de expresión, de una vida pública tan pujante.

 

Fuente: La Alemania de Weimar. Eric D.Weitz. Turner Publicaciones. Madrid. 2009.

 

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