El mindfulness nos ayuda a implicarnos en las acciones que nos importan...

El mindfulness nos ayuda a implicarnos en las acciones que nos importan. Después nos ayuda a desapegarnos del apego al resultado de esas acciones.

Es la diferencia que hacía el griego entre telos y skopos, entre el fin y la meta, el blanco. Cuando un arquero se entrena para disparar, telos, se trata de disparar bien; skopos es alcanzar la diana. Lo que está a mi alcance y depende de mí es telos. Skopos también depende de otros factores: un golpe de viento que desviará la flecha, un sonido repentino que hará que me mueva en el último momento.

De igual manera, la práctica del mindfulness me exige que, de manera regular, permanezca sentado en silencio, con los ojos cerrados, y que me consagre a aceptar y observar mi experiencia. Por el contrario, debo aceptar que el resultado de mi práctica pueda variar de manera considerable dependiendo de los días. La única certeza es que cuanto más a menudo y más tiempo me siente más posibilidades tengo de alcanzar la diana.

Esta manera de implicarse en la acción, con plena consciencia, nos permite, a través de la vida de todos los días, un encuentro con el absoluto. Implicación y luego desapego, como una lenta y paciente marcha de aproximación hacia un absoluto que nos supera. Pero  la secuencia de implicación y luego desapego no es nada fácil.

Al principio, cuando se trabaja en el desapego, sucede lo mismo. Uno no se desapega verdaderamente. Se pretende resguardarse únicamente del sufrimiento, pedir auxilio al desapego para no sufrir fracasos, abandonos o los tormentos cotidianos. Pero mantenerse desapegado frente a los éxitos, las celebraciones y las vanaglorias, ¡nos interesa menos!  Entonces actuamos con astucia, disimulamos. Falsa modestia, falsa indiferencia, falsa distancia. Mientras que por dentro uno se relame, se hincha en secreto. Pero si nos obligamos con regularidad, si tras cada éxito nos sentamos y nos permitimos aclararnos en lugar de excitarnos con la autocelebración, si tras cada fracaso hacemos lo mismo, en lugar de ponernos nerviosos y autoflagelarnos, poco a poco irán sucediendo cosas extrañas en nosotros. Nos sacudirá menos el oleaje de nuestras acciones.  Percibiremos que hay cosas más interesantes más allá. Empezaremos a parecernos a la cima de la montaña…

 

Fuente: Meditar día a día. Christophe André. Editorial Kairós. Barcelona. 2012.

 

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