El primero que desarrolló una doctrina económica propia y coherente tras la Revolución francesa fue Henri de Saint-Simon...(Georg von Wallwitz)

El primero que desarrolló una doctrina económica propia y coherente tras la Revolución francesa fue Henri de Saint-Simon (1760-1825). A los diecisiete años se alistó como voluntario para luchar al lado de Lafayette por la independencia de Norteamérica. De vuelta a Francia se unió a la Revolución, en la que perdió su fortuna, aunque lo asumió de buen grado como el precio que había de pagar por defender sus ideales. A trancas y barrancas se abrió camino como empresario y luego como intelectual, con el apoyo de un antiguo sirviente que se había hecho rico y le prestó dinero. Entre 1820 y 1825, publicó una serie de libros en colaboración con su secretario Auguste Comte. En ellos exponía las ideas que habían ido madurando a lo largo de veinte años en torno a la revolución, el socialismo y la utopía. Según Saint-Simon, los únicos que aportan valor a la sociedad son los obreros con su trabajo. La nobleza, el clero y la milicia son parásitos por naturaleza. Hasta aquí no hay nada nuevo; el discurso se asemeja mucho al que guió la Revolución. Ahora bien, Saint-Simon es el primero en criticar a quienes viven sin trabajar cobrando las rentas que produce su patrimonio, con independencia de cómo lo hayan adquirido. Desde su punto de vista, empresarios e inversores debían contribuir al bienestar social trabajando o construyendo algo. Lo mismo se aplicaba a sus herederos: no tenían ningún derecho salvo que trabajasen honradamente. Saint-Simon también hizo subir a la Iglesia al carro revolucionario, alegando que la redistribución de la riqueza era una obligación de todo buen cristiano.

Saint-Simon interpreta la realidad aplicando categorías históricas. No es un economista en sentido estricto; su interés se centra en descubrir cómo nació la sociedad burguesa y en conocer su estructura y los mecanismos que la rigen. Sostiene la opinión de que la historia es una sucesión de luchas entre distintas clases sociales que defienden sus intereses económicos. Por un lado, están los ricos, que dominan al resto gracias a su dinero; por otro, los pobres, que dependen de ellos y luchan por su libertad. Los señores y los siervos nunca serán capaces de llegar a un acuerdo que garantice la prosperidad de todos. Esto ocurre, sobre todo, con las clases altas, que sólo se preocupan de defender sus intereses y no utilizan su patrimonio de una manera racional que redunde en beneficio del conjunto de la sociedad. Según Saint-Simon, los nuevos ricos no son mejores que los antiguos. El dinero y el poder los corrompe, y al final apenas se distinguen de los nobles contra los que lucharon durante la Revolución. La esperanza de las sociedades modernas es que los puestos clave de la sociedad estén ocupados por especialistas eficientes y bien formados: banqueros, ingenieros, expertos en administración. Bajo la dirección de éstas surgirá un nuevo mundo en el que no haya lugar para parásitos como soldados o terratenientes que viven de sus rentas.

 

Fuente: Mr. Smith y el paraíso. Georg von Wallwitz. Quaderns Crema. Barcelona. 2016.

 

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