El que una cosa busca, llega a un punto en que dice que la ha encontrado, o que no se puede encontrar, o que la está buscando todavía...

El que una cosa busca, llega a un punto en que dice que la ha encontrado, o que no se puede encontrar, o que la está buscando todavía. Toda la filosofía está repartida en estos tres géneros: su designio es buscar la verdad, la ciencia y la certidumbre. Los peripatéticos, los epicúreos, los estoicos y otros más, creyeron haberla encontrado. Éstos han fundado las ciencias que nosotros tenemos y las han tratado como a conocimientos ciertos. Clitomaco, Carneades y los académicos han desesperado de su investigación, juzgando que, con los medios que están a nuestro alcance, no podemos concebir la verdad. El fin a que éstos llegan es la flaqueza y la ignorancia del hombre; este partido tuvo más adeptos que los otros, y sectarios suyos fueron los más nobles. Pirrón y otros escépticos o epiquistas, cuyos dogmas, en opinión de algunos antiguos, se han sacado de Homero, de los siete sabios, de Arquíloco y de Eurípides, y tienen por adictos a Zenón, Demócrito y Jenófanes, dicen que están aún en busca de la verdad. Éstos juzgan que aquellos que piensan haberla encontrado se engañan infinitamente, y que hay también demasiada vanidad y osadía en este segundo grado que asegura que las fuerzas humanas no son capaces de alcanzarla; porque eso de determinar la medida de nuestro poder para conocer y juzgar la dificultad de las cosas es ciencia grande y extremada, de lo que dudan que sea capaz el hombre:

El que cree que nada se puede saber, ni aun sabe si puede saber algo que le permita confesar que nada sabe.

La ignorancia que se reconoce, juzga y condena, no es cumplida ignorancia; para serlo ha de ignorarse a sí misma; de forma que la profesión de los pirrónicos consiste en sacudir, dudar e investigar, no asegurarse de nada, no responder de nada. De las tres acciones del alma, imaginativa, apetitiva y consentida, sólo las dos primeras reciben; la última, la sostienen y mantienen ambigua, sin inclinación ni aprobación de una parte o de otra, por leve que sea.

 

Fuente: Páginas Escogidas. Montaigne. Selección y comentario de Pierre Villey. Ediciones Júcar. Madrid. 1990.

 

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