En cualquier prognosis del futuro no debiera faltar, y sin embargo casi es norma que brille por su ausencia, la variable más elemental: el propio ser humano del futuro...

La transformación del ser humano

En cualquier prognosis del futuro no debiera faltar, y sin embargo casi es norma que brille por su ausencia, la variable más elemental: el propio ser humano del futuro. Este es uno de los errores básicos de la futurología científica, ya que proyecta para el ser humano venidero los objetivos del ser humano actual, sin tener en cuenta las necesidades y las transformaciones que está sufriendo. Y lo que sí sabemos a ciencia cierta es que el ser humano está trasmutándose rápidamente en una criatura sensiblemente diferente, gracias al impacto de la tecnología masiva. Físicamente se encamina, si no lo es ya, como nos advierte Donna Haraway, hacia el modelo cyborg , síntesis de máquina y carne, generada por las numerosas prótesis médicas y trasplantes, y paulatinamente, por chips experimentales como los que se ha implantado el científico Kevin Warwick en su cuerpo para manejar ordenadores. Esta impresión se refuerza con la popularización de la cirugía estética y de las operaciones de cambio de sexo que pueden convertirnos prácticamente en seres humanos a la carta, poshumanos y transgenéricos. En esta línea, las terapias génicas de alargamiento vital o la clonación de miembros humanos completan la idea de la esencial plasticidad del humano desde la perspectiva cyborg . Si se consigue al cabo del siglo recrear al “homo-plus” de Frederik Phol para adaptarlo a diversas condiciones ambientales y conectar y potenciar artificialmente la mente humana mediante los ordenadores, estaremos realmente a las puertas de una monstruosa transformación del ser humano, cuyas demandas tecnológicas -de más y mejor tecnología cyborg - puede trastocar el espíritu humanista de la ciencia y la ética humanas. Habrá que tener en cuenta que las severas transformaciones afectarán a la psique del individuo cyborg , planteando una insólita sociedad cyborg , como las que ya ha generado la heteroidentidad de los avatares en Internet, en la cual podrían plantearse escenarios grotescamente antinaturales como la utopía asexuada de Michel Houellebecq (Las partículas elementales) y demás pesadillas cyberpunk , pobladas de razas tecnológicas y andróginos artificiales. El fin del humanismo, planteado provocativamente por Peter Sloterdijk (Reglas para el parque humano) mediante la eugenesia genética puede conducirnos a un mundo dividido entre seres cyborg mejorados y seres normales por convicción o por carencia de recursos económicos. Una nueva y extraña sociedad de clases, que ya hemos comenzado a crear en Occidente gracias a nuestra excesiva dependencia tecnológica y que gracias a la filosofía tecnohermética podemos impulsar definitivamente. La deshumanización del ser humano, generada por la tecnologización cotidiana, va a ser una oscura variable tecnológica, que es preciso analizar y detener a tiempo, proponiendo frente al cyborg a nuestro Homo ciberneticus como figura positiva que, sin renunciar a la tecnología de vanguardia, preserva profundamente su humana condición.

 

Fuente: Carta al homo ciberneticus. Andoni Alonso e Iñaki Arzoz. Editorial Edaf. Madrid. 2003.

 

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