En términos jurídicos, la empresa es de sus propietarios, de los que poseen los títulos que expresan esos derechos...

En términos jurídicos, la empresa es de sus propietarios, de los que poseen los títulos que expresan esos derechos.

Pero a partir de aquí, como diría Sempé, ”tout se complique”.

La empresa nace cuando un emprendedor tiene un proyecto en la cabeza y lo lleva adelante. El emprendedor es propietario, gestor, animador, ”one man’s show”. Todo en una pieza. La empresa puede permanecer estable o con crecimientos capaces de asumir. El modelo no cambia y el Jano bifronte (propietario / gestor) sigue liderando el proyecto. Muchas pequeñas y medianas empresas responden a este patrón. Se habla poco de ellas, aunque en su conjunto son las principales contribuidoras al PIB de un país moderno. Luego están las otras, de las que sí se habla mucho. Son empresas que han crecido exponencialmente en ventas, en rendimientos, en cuota de mercado. En el mundo seudo-sofisticado y cursi de la gestión empresarial, ya no se las describe como empresas sino como operadoras. En este caso el modelo cambia radicalmente respecto al originario. La propiedad se diluye (que para eso está el mercado de capitales) y la gestión se profesionaliza. Y este modelo incorpora un proceso perverso. La fragmentación de la propiedad no impide que algunos inversores (privados o institucionales) se apoderen de los órganos de gobierno en su propio beneficio (remuneración de los consejos de administración, contratos blindados, opciones sobre acciones, nombramiento de consejeros independientes). La profesionalización de la gestión conduce, en muchas ocasiones, a la constitución de una tecnocracia que abusa de su posición de dominio, en un pacto no escrito con los muñidores del dinero ajeno.

A pesar de lo intrincado de este proceso, la mayoría de los medios vocean sus historias sobre la empresa, con una mezcla de ignorancia y frivolidad. No hacen bien su trabajo. La obligación de un analista económico es enterarse con rigor de quiénes son los principales accionistas de las empresas, cómo se han comportado las cotizaciones a lo largo del tiempo, que política de dividendos se ha seguido en los últimos años, quiénes forman los consejos de administración, cómo se remuneran esos consejos, quiénes y por quién fueron nombrados, cuál es el origen del equipo directivo, cómo está remunerado, cuántas acciones forman el capital social, cuál es el porcentaje de bloqueo. Es lo mínimo que puede pedir la sociedad civil a los empresarios/gestores, que deberían ser los auténticos fiduciarios de esa sociedad civil.

Las grandes empresas ya no son propiedad de algunas familias notorias. No son su cortijo, aunque en muchas ocasiones lo parezca.

 

Fuente: Pequeño diccionario crítico para radicales impenitentes. Alfonso Durán-Pich. Editorial Amat. Barcelona.2009.

 

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