Este desagrado ante una parte de la obra benjaminiana se entenderá mejor si se tiene en cuenta que, a pesar de la simpatía compartida por los trabajadores...

Este desagrado ante una parte de la obra benjaminiana se entenderá mejor si se tiene en cuenta que, a pesar de la simpatía compartida por los trabajadores, Brecht no ha creído nunca que éstos tuvieran una tarea específica que cumplir. Tampoco ha entendido lo que se llama materialismo histórico como un nuevo mesianismo, ni siquiera en la variante que sugiere la metáfora benjaminiana del enano jorobado, que no se muestra pero que actúa como una débil fuerza mesiánica. Y lo ha escrito así, negro sobre blanco, con toda crudeza. En un paso de Meti/Libro de los cambios , Brecht afirma que las personas que dicen que los trabajadores tienen una misión que cumplir ante la humanidad han estudiado con poco rigor a los clásicos (del marxismo, se entiende). Brecht considera esa lectura un disparate. Y un disparate que es, además, sumamente perjudicial para los trabajadores mismos. Y aquí viene, de nuevo, el pensamiento crudo: “Los trabajadores no deben nada a la humanidad; es la humanidad la que está en deuda con los trabajadores”. A lo que sigue la chanza: misión significa envío y los trabajadores no han sido enviados, ni siquiera tienen la misión de buscarse el pan, de manera que éstos deberían mirar con particular recelo a todos los que quieren enviarlos a por algo. La clase obrera no va al Paraíso; su materialismo es, una vez más, el del “valeroso” soldado Schwejk.

 

Fuente: Poliética. Francisco Fernández Buey. Editorial Losada. Madrid. 2003.

 

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