La figura central de la mediocracia es, por supuesto, el experto con el que la mayoría de los académicos actuales se identifican...(Alain Deneault)

La figura central de la mediocracia  es, por supuesto, el experto con el que la mayoría de los académicos actuales se identifican. Su pensamiento nunca es del todo suyo propio, sino que pertenece a un orden de razonamiento que, si bien se encarna en él, está guiado por intereses concretos. El experto trabaja para convertir propuestas ideológicas y sofismas en objetos de conocimiento que parezcan puros: esto es lo que caracteriza su labor. Por este motivo no se puede esperar de él ninguna propuesta potente ni original. Ocurre, sobre todo –y esta es la principal crítica expresada por Edward Said en las Conferencias Reith de 1993-, con ese sofista contemporáneo al que se le paga por pensar de una determinada manera, a quien no le mueve la curiosidad del aficionado: no le importan los asuntos de los que habla, sino que actúa dentro de un sistema estrictamente  funcionalista. “La amenaza específica para el intelectual hoy, ya sea dentro o fuera del mundo occidental, no es el entorno académico, ni las zonas residenciales, ni la apabullante deriva comercial del periodismo y las editoriales, sino una actitud a la que llamaré profesionalismo”. La profesionalización se presenta socialmente como un contrato implícito entre los distintos productores de conocimiento y discurso, por un lado, y los dueños del capital, por el otro. Los primeros se encargan de abastecer y de dar formato, sin ninguna vinculación espiritual, a los datos prácticos o teóricos que los segundos necesitan para garantizar su propia legitimidad. Así pues, Edward Said reconoce en el experto los rasgos característicos de los mediocres, como el actuar siempre con arreglo a “lo que se considera una conducta profesional correcta, sin hacer grandes aspavientos, sin traspasar los paradigmas o límites aceptados, mostrándose siempre “comercializable” y, por encima de todo, presentable, y por lo tanto nada controvertido ni político, y sí “objetivo”. Para los poderosos, la persona mediocre es el individuo medio a través del cual pueden transmitir sus órdenes y establecer su autoridad sobre una base más firme.

 

Fuente: Mediocracia. Alain Deneault. Turner Publicaciones. Madrid. 2019.

 

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