Las diferentes maneras de callar nacen de la variedad del temperamento y del espíritu de los hombres...

Las diferentes maneras de callar nacen de la variedad del temperamento y del espíritu de los hombres.

1. El silencio prudente conviene a las personas dotadas de buen espíritu; de sentido recto y capaces de distinguir con exactitud las coyunturas que obligan a callar o a hablar.

2. El silencio artificioso agrada a los espíritus menguados, a las gentes desconfiadas, vengativas o que se dedican a sorprender a los demás.

3. Los que son de un humor suave, fácil y acomodaticio se sienten más inclinados al silencio complaciente.

4. Quienes gustan de reírse de todo también aman el placer que encuentran en un silencio burlón.

5. El silencio inteligente sólo subsiste con pasiones vivas, que producen efectos sensibles en el exterior y que se muestran en el rostro de quienes están animados por ellas. Vemos, por ejemplo, que la alegría, el amor, la cólera y la esperanza causan más impresión gracias al silencio que los acompaña que mediante palabras inútiles, que sólo sirven para debilitarlos.

6. Es fácil juzgar a quién conviene el silencio estúpido; es patrimonio de los espíritus débiles e imbéciles.

7. Por el contrario, el silencio aprobatorio supone un juicio seguro y un gran discernimiento para aprobar sólo aquello que merece serlo.

8. La última clase de silencio, que es la del desprecio, es efecto del orgullo y del amor propio, que lleva a los hombres de ese carácter a pensar que nada merece un momento de su atención. También en ocasiones puede encontrarse ese silencio en un hombre de buen juicio, que no considera que lo que desprecia con su silencio sea digno de mayor consideración.

Tales son los aspectos generales sobre el silencio que hay que conocer para aprender a callar. Hemos desarrollado su naturaleza, sus principios, sus diversas especies y sus diferentes causas; gracias a la experiencia podemos conocer su verdad en los usos del mundo. Lo que se ha dicho del silencio puede aplicarse, salvando las distancias, a la palabra prudente, o artificiosa, o complaciente, o burlona, o inteligente, o estúpida, o llena de testimonios de aprobación, o de señales de desprecio, etc.

 

Fuente: El arte de callar. Abate Dinouart. Ediciones Siruela. Madrid. 1999.

 

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