Las empresas familiares son entidades corroídas por la envidia, la rivalidad y los celos...

Las empresas familiares son entidades corroídas por la envidia, la rivalidad y los celos. En las familias empresariales reinan la disputa y la ruptura. El paradigma de la empresa familiar es la firma Buddenbrook, de la famosa novela homónima del premio Nobel Thomas Mann: con la primera generación triunfa, pero después está condenada al fracaso. Eso dicen algunos de los prejuicios al uso con respecto a este tipo de empresas.

Claro que la realidad es muy distinta. Historias de éxito como las de Aldi, Otto, Heraeus, Haniel o Würth prueban que las empresas familiares son entidades muy capaces. Precisamente en la crisis de 2008-2009 han demostrado que son visiblemente más resistentes que grandes empresas cotizadas en Bolsa. Porque a diferencia de éstas, las empresas familiares pueden prescindir temporalmente de la rentabilidad: les importa más asegurar la permanencia a largo plazo del negocio sorteando las crisis y los vaivenes del ciclo económico que conseguir una rentabilidad máxima a corto plazo. Un empresario Un empresario familiar no tiene que acudir a un analista y explicar por qué la rentabilidad de su empresa sobre las ventas haya descendido por debajo del 1%, él solo es responsable ante sí mismo, los copropietarios y la empresa. La Bolsa no le obliga a decretar despidos masivos en aras a la rentabilidad y por eso puede mantenerse fiel a sus buenos empleados a pesar de la crisis, siempre con la certeza de que volverá a necesitarlos en el siguiente ciclo ascendente.

Las empresas familiares disponen de un freno natural frente a los excesos que hemos conocido en empresas dirigidas exclusivamente por ejecutivos profesionales: el propietario de la empresa opera con su propio dinero y por su propia cuenta y riesgo, y por eso actúa con mayor cautela y no corre riesgos inútiles. Una mala decisión puede costarle al empresario familiar la totalidad de su patrimonio, su prestigio y su sustento. El alto ejecutivo contratado, en cambio, lo único que pierde en este caso es su puesto de trabajo.

La fuerza estabilizadora de las empresas familiares también se reconoce en el extranjero: la revista Economist calificó la economía alemana, a comienzos de 2010, de “milagro alemán”. El milagro se refiere a ese 95% de nuestras empresas que se hallan en manos de sus fundadores o sus familias.

 

Fuente: La crisis rompe las reglas. Max Otte. Editorial Planeta. Barcelona. 2011

 

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