Los fisioterapeutas tienen dos maravillosas frases de enorme importancia para quienes intentan cuidar mejor de sus cuerpos...

Los fisioterapeutas tienen dos maravillosas frases de enorme importancia para quienes intentan cuidar mejor de sus cuerpos. Una de ellas es: “Si es físico, es terapéutico”; la otra: “Si no lo utilizas, lo perderás”. La primera de ellas entraña que lo importante no es lo que hagamos, sino que hagamos algo con el cuerpo. La segunda frase nos recuerda que el cuerpo no permanece nunca fijo, sino que cambia constantemente respondiendo a las demandas que se le hacen. Si nunca le pedimos que se doble o se ponga en cuclillas o se retuerza o se estire o corra, su capacidad de hacer todas esas cosas no seguirá siendo la misma, sino que irá disminuyendo con el tiempo. Cuando esto ocurre decimos que “no estamos en forma”, aunque ello implique una condición estable. De hecho, cuanto más tiempo pasemos “sin estar en forma”, en peor forma tendremos el cuerpo. Irá declinando. Este ir declinando recibe el nombre técnico de atrofia por desuso. Cuando concedemos al cuerpo un descanso total en el lecho, por ejemplo, cuando estamos en el hospital recuperándonos de alguna operación, pierde con notable rapidez una gran parte de masa muscular, en especial en las piernas. Podemos hasta ver cómo éstas van adelgazando cada día. Al no hacer uso constante de él, el tejido muscular se atrofia, se descompone y es absorbido por el cuerpo. Al levantarnos de la cama, comenzar a movernos y ejercitar las piernas, vuelve lentamente a formarse. No son solamente los músculos de las piernas los que se atrofian con la falta de uso. A todos los músculos esqueléticos les sucede lo mismo. También tienen una tendencia a cortarse, perder tono y hacerse más susceptibles de lesiones en personas de vida sedentaria. Además, los períodos prolongados de desuso o uso escaso afectan probablemente a las articulaciones, los huesos, los vasos sanguíneos que bañan las zonas afectadas e, incluso, los nervios que las alimentan. Lo más probable sea que la falta de uso haga que todos los tejidos sufran alteraciones estructurales que tiendan a la degeneración y la atrofia. Hace veinticinco años, el descanso prolongado en la cama era el tratamiento elegido tras un ataque al corazón. En la actualidad, la gente está fuera de la cama y paseándose a los pocos días de haber sufrido el ataque, ya que la medicina ha llegado a darse cuenta de que la inactividad no hace más que agravar los problemas del paciente coronario. Hasta un corazón aquejado de arteriosclerosis responde al reto de un ejercicio regular y paulatino y se beneficia de éste haciéndose funcionalmente más fuerte (aun en el caso en que la persona esté sometida a un régimen muy bajo en grasas, como podremos ver en el capítulo 31). Por supuesto, el nivel del ejercicio debe ajustarse al estado físico del cuerpo para no forzar en ningún momento a éste más allá de sus límites, y trabajar dentro de una gama-objetivo para la velocidad del corazón que produce en éste lo que recibe el nombre de “efecto entrenamiento”. Después, poco a poco, vamos aumentando la intensidad del ejercicio a medida que nuestra limitación disminuye, o, en otras palabras, a medida que el corazón se va fortaleciendo. Hoy en día, no es raro que personas que han sufrido un ataque al corazón se recuperen de tal manera que puedan terminar una maratón, ¡nada menos que correr durante 42,195 kilómetros! El yoga, por varias razones, constituye una maravillosa forma de hacer ejercicio. Para empezar, es suave. Puede beneficiarnos en cualquier estado físico en que nos encontremos y, si lo practicamos con regularidad, contrarrestar al proceso de atrofia por desuso. Puede practicarse en la cama, en una silla e, incluso, en una silla de ruedas. Se hace de pie, echado o sentado. En realidad, el hatha yoga se puede realizar en cualquier postura. Cualquier posición que adoptemos puede convertirse en punto de salida para la práctica. Todo lo que necesitamos es respirar y que nos sea posible llevar a cabo algún movimiento voluntario. El yoga también es un buen ejercicio porque hace participar a todo el cuerpo. Mejora su fortaleza y flexibilidad. Es como la natación, en el sentido de que todas las zonas del cuerpo se ven involucradas en él y se benefician. Si se lleva a cabo con energía, puede incluso aportar beneficios cardiovasculares, aunque la forma en que lo practicamos en la clínica no constituya ningún ejercicio cardiovascular. Lo realizamos principalmente para estirar y fortalecer los músculos y articulaciones, para que el cuerpo despierte a toda su gama de movimientos y a todo su potencial. Las personas que tienen necesidad de ejercicio cardiovascular caminan, nadan, montan en bicicleta, corren o reman además de hacer yoga

 

Fuente: Vivir con plenitud las crisis. Jon Kabat-Zinn. Editorial Kairós. Barcelona. 2013.

 

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