Moore era una figura de importancia internacionalmente reconocida...

Moore era una figura de importancia internacionalmente reconocida y, con Russell, era reverenciado en cuanto pionero del método analítico. Los estudiantes de filosofía de hoy en día están acostumbrados a que sus rudimentarias observaciones sean acotadas por los profesores con la cantinela “¿Qué quiere decir exactamente?”. Moore debía haber patentado la pregunta; era su latiguillo y no daba el día por acabado si no lo utilizaba. Su obsesión era la precisión.

La amplitud de sus intereses resulta impresionante. Contribuyó de manera importante al debate sobre realismo e idealismo, positivismo e idealismo, el lenguaje y la lógica. Gran defensor del sentido común, en una ocasión famosa proclamó que podía probar la existencia del mundo externo extendiendo las dos manos y afirmando “aquí está una mano” y “aquí la otra”. Con todo, era conocido sobre todo como autor de los Principia ethica. Cuando se publicó el libro, en 1903, se convirtió en un éxito fulgurante, siendo adoptado por el grupo de Bloomsbury como libro de culto, aunque de todos modos probablemente fue más hojeado que leído con cuidado. En una de sus cartas, Virginia Woolf pregunta: “¿Has leído alguna vez el libro que nos hizo a todos nosotros tan sabios y tan buenos, Principia ethica?

En los Principia ethica, Moore argumenta que el “bien” es por esencia indefinible por la ética, un poco como sucede con el color amarillo. “El bien es el bien –escribió- y eso pone punto final a la cuestión”. Puso la etiqueta de “falacia naturalista” al error de tratar de formular el bien en otros términos. Se trataba de un error similar al que el filósofo del siglo XVIII David Hume afirmaba que se comete cada vez que se intenta hacer derivar un “debe ser” de un “es”; esto es, cuando se pasa del hecho al juicio de valor. Desde un punto de vista lógico, es imposible pasar de la descripción de un estado de cosas (“Hay gente muriéndose de hambre en Burundi”) a la formulación de un juicio moral (“Deberíamos enviarles dinero”): uno no es consecuencia “lógica” del otro. Entonces, ¿cómo sabemos qué es lo que debemos hacer? Moore pensaba que llegábamos hasta el bien mediante la intuición, que sería el ojo moral de la mente. Percibimos el bien exactamente igual que vemos el color amarillo. En lugar de los padres, los profesores, el Estado o la Biblia, la conciencia se erige en la autoridad moral que nos gobierna. El grupo de Bloomsbury oyó en el mensaje de Moore un llamamiento de liberación que daba luz verde a la experimentación y a la franqueza sexual, o -como los ajenos al círculo de Bloomsbury hubieran dicho- a la promiscuidad.

 

Fuente: El atizador de Wittgenstein. David J.Edmonds y John A.Eidinow. Ediciones Península.Barcelona.2001.

 

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