Muchos pensamientos políticos, mucho tiempo después de Maquiavelo...

Muchos pensamientos políticos, mucho tiempo después de Maquiavelo, mantendrán aún la idea de un sentido de la historia y de un progreso general de la humanidad con el cual él rompió.

Así, los filósofos de la Ilustración, aunque critican el cristianismo y son ateos en su mayoría, siguen profundamente apegados a la noción de un progreso regular que conduce a la humanidad a alcanzar una libertad y una autonomía cada vez mayores. Un planteamiento al que, repetimos, Maquiavelo sigue siendo ajeno. A sus ojos, la historia de la humanidad se caracteriza por ser repetición permanente: aquí, zonas de tiranía y de servidumbre; allá, algo de libertad gracias a la actuación de un príncipe hábil, mesurado y lúcido. Esas áreas de libertad son solo temporales. No se inscriben nunca en un proceso acumulativo que haya de dar lugar al progreso de la humanidad en su conjunto.

La singularidad de Maquiavelo, por lo tanto, radica en concebir la acción política como una dinámica permanente en el seno de la monotonía general de la historia (dinámica referida a la toma de poder y a su conservación, pero no al desarrollo humano visto en su conjunto). La combinación de estos puntos define la originalidad de su postura filosófica. El papel que atribuye a las pasiones termina por singularizarla.

Y aún hay otro elemento de ruptura en la filosofía de Maquiavelo que fue, precisamente, concentrar el análisis político en la interrelación de las pasiones humanas. El fue el primero en concebir de manera clara y radical la política como un conflicto de pasiones (pasión de dominar, pasión de gobernar, pasión de venganza), ligado a luchas de intereses económicos y militares. Este juego se ve además complicado en extremo por la interferencia de las pasiones del pueblo. Éste alberga todo tipo de expectativas vanas y de creencias ilusorias que, según los casos, conviene mantener o desviar hacia otros objetivos.

Pasiones que constantemente rivalizan, decisivo papel de las apariencias que conforman una de las realidades fundamentales del juego político, construcción de trampas para captar la opinión, son algunos de los aspectos capitales de la visión de los procesos políticos según Maquiavelo. Con él, estas verdades interiores, que son las pasiones de todo individuo, príncipe u hombre del pueblo, determinan bajo mano el destino de la Ciudad.

¿Qué es tomar el poder y conservarlo, a fin de cuentas? Es tan solo utilizar de la manera que mejor convenga nuestros intereses las pasiones humanas y las ilusiones que las alimentan. Desde este punto de vista, el pensamiento de Maquiavelo solo considera la eficacia. El éxito, para el príncipe, se adquiere a base de habilidad pragmática y detallada, y no en función de los ideales, de los modelos ni de reglas morales. Lo esencial es obtener los fines perseguidos, sean cuales sean los medios utilizados.

 

Fuente: Una breve historia de la filosofía. Roger-Pol Droit. Espasa Libros.Madrid.2011.

 

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