No me indigno, porque la indignación es cosa de los fuertes...

No me indigno, porque la indignación es cosa de los fuertes; no me resigno, porque la resignación es cosa de los nobles; no me callo, porque el silencio es cosa de los grandes. Y yo no soy ni fuerte, ni noble, ni grande. Sufro y sueño. Me quejo por ser débil y, porque soy artista, me entretengo en tejer mis quejas de modo musical y a organizar mis sueños como mejor me parece mi idea de encontrarlos hermosos.

Sólo lamento no ser niño, para poder creer en mis sueños, no estar loco para poder apartar del alma de todos los que me rodean.

Tomar el sueño por real, vivir demasiado los sueños le dio esta espina a la rosa falsa de mi soñada vida: que ni los sueños llegan a agradarme, porque les descubro defectos.

Ni pintando ese cristal de sombras de colores puedo ocultar el rumor de la vida ajena a mi mirarla desde el otro lado.

¡Dichosos los creadores de sistemas pesimistas! No sólo se defienden por haber hecho cualquier cosa, sino que también se alegran con la explicación y se incluyen en el dolor universal.

Yo no me quejo por el mundo. No protesto en nombre del universo. No soy pesimista. Sufro y me quejo, pero no sé si lo que hay de general es el sufrimiento ni sé si es humano sufrir. ¿Qué me importa a mí saber si eso es cierto o no?

Yo sufro, no sé merecidamente. (Corza perseguida)
Yo no soy pesimista, soy triste.

 

Fuente: Libro del desasosiego. Fernando Pessoa. Quaderns Crema. Barcelona. 2002.

 

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