Para poder ejercer con éxito las funciones que ya conocemos, el empresario capitalista ha de ser...

Para poder ejercer con éxito las funciones que ya conocemos, el empresario capitalista ha de ser, en lo que respecta a su predisposición intelectual, agudo, perspicaz e ingenioso.

Agudo: es decir, rápido en la comprensión, penetrante en el juicio, reflexivo en el pensar y dotado de un seguro “sentido de lo esencial”, que le capacita para descubrir el xaípoç, es decir, el momento oportuno.

El especulador, más que nadie, ha de poseer una gran “viveza de espíritu”, pues él es quien representa la caballería ligera en contraste con la pesada, simbolizada por los demás tipos de empresarios: vivacité d’esprit et de corps es la cualidad que se alaba en los grandes fundadores de empresas. Ha de poder orientarse rápidamente en medio de las complicadas situaciones del mercado, como las avanzadas que hacen servicio de exploración en medio de una batalla.

Una buena memoria constituye para el empresario un don especialmente valioso: Carnegie alardeaba de su memoria, y Werner Siemens se lamentaba de no poseerla.

Perspicaz: capacitado para conocer a los hombres y al mundo. Seguro en sus juicios, aplomado en el trato con la gente, certero en la valoración de cualquier situación y familiarizado ante todo con las debilidades y defectos de su prójimo. Una y otra vez se indica esta característica como el rasgo sobresaliente de los grandes hombres de negocios. El “negociador” ha de ser dúctil y poseer al mismo tiempo un gran poder de sugestión.

Ingenioso : pletórico de “ideas”, de “ocurrencias”, dotado de una fantasía especial, que Wundt llama combinatoria (en oposición a la fantasía intuitiva del artista).

Estas dotes “intelectuales” han de ir acompañadas de una gran “fuerza vital”, “energía vital”, o como quiera llamarse a esta predisposición, de la que no sabemos sino que es la condición indispensable de todo espíritu “emprendedor”; condición que crea el ánimo para emprender, el impulso a actuar, y que pone a disposición del empresario la energía necesaria para llevar a cabo el proyecto. En la esencia de estos hombres tiene que haber algún resorte en tensión, algo que les hostigue, que transforme en verdadero suplicio la indolente calma al calor de la lumbre. Y tienen que ser sujetos de mucho nervio, de madera muy dura, tallados a hachazos. He aquí la imagen del hombre que llamamos “emprendedor”. Todas aquellas características del empresario que citábamos como condiciones necesarias del éxito: la resolución, la tenacidad, la perseverancia, la actividad incansable, las continuas aspiraciones, la osadía, el valor: todas tienen sus raíces en una poderosa fuerza vital, en una vitalidad extraordinaria.

El hiperdesarrollo de las cualidades sentimentales, que suele producir una acentuación demasiado fuerte de los valores afectivos, constituiría en cambio un obstáculo para su actividad. Así, pues, podemos decir de manera general que el empresario es una persona dotada de una notable capacidad intelectual y de una fuerza de voluntad fuera de lo normal, pero con una vida emocional y afectiva muy pobre.

 

Fuente: El Burgués. Werner Sombart. Alianza Editorial. Madrid. 1972.

 

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