Quien chismorrea sobre lo que hacen los demás trabaja en su propio perfeccionamiento...

Quien chismorrea sobre lo que hacen los demás trabaja en su propio perfeccionamiento. Esto es, aquellos que tienen la inclinación y la costumbre de someter con calma, con recogimiento, a una crítica mordaz y atenta el comportamiento exterior, el modo de vida en general de los otros, trabajan con ello en su propia mejora y perfeccionamiento: pues no poseerán el suficiente sentido de la justicia o del orgullo y la vanagloria para evitar ellos mismos aquello que censuran en los otros, a menudo de una forma tan rígida. Para los tolerantes es válido lo contrario, a saber: hanc veniam damus, petimusque vicissim [“nos concedemos esta licencia y la solicitamos de forma recíproca, Horacio, De arte poética,11]. El Evangelio moraliza de forma ejemplar sobre la astilla en el ojo ajeno y la viga en el propio: pero la naturaleza del ojo lleva consigo el hecho de que el ojo mira hacia fuera y no hacia adentro; de ahí que observar y censurar los errores en los otros resulte un método muy apropiado para interiorizar nuestros propios errores. Para contribuir a nuestra enmienda precisamos un espejo.

Esta regla vale también con respecto al estilo y a la forma de escribir: quien admira una nueva tontería la imitará, en lugar de censurarla. Por ello recurre todo el mundo en Alemania tan rápidamente a tal imitación. Los alemanes son muy tolerantes; se nota. Hanc veniam damus, petimusque vicissim es su lema.

 

Fuente: El arte de envejecer. Arthur Schopenhauer. Alianza Editorial. Madrid. 2010.

 

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