Si quieres protagonizar una experiencia sobrenatural... (Joe Dispenza)

Si quieres protagonizar una experiencia sobrenatural –regenerar tu propio cuerpo, crear insólitas oportunidades que nunca antes habías imaginado y vivir experiencias místicas y trascendentes-  tendrás que empezar por familiarizarte con la idea del “instante presente”: el eterno ahora. Se oye hablar mucho últimamente de la “presencia” y del “aquí y ahora”. Si bien casi todo el mundo entiende a grandes rasgos lo que significan estos conceptos (no pensar en el futuro ni vivir en el pasado), me propongo ofrecerte un enfoque completamente distinto. Requiere que trasciendas el mundo físico –incluido tu cuerpo, tu identidad y tu entorno- e incluso el tiempo mismo. Es allí, al otro lado, donde la posibilidad se torna realidad.

Al fin y al cabo, si no te proyectas más allá de tu propia personalidad tal como la concibes y de los mecanismos del mundo tal como te han condicionado a imaginarlos, no podrás crear una vida inédita ni un nuevo destino. De modo que, en un sentido muy real, debes renunciar a tu mentalidad, trascender esa imagen de ti mismo que te presta identidad y ceder las riendas a algo más grande, a algo místico. En este capítulo te explicaré cómo hacerlo.

En primer lugar, vamos a repasar cómo funciona el cerebro. Cada vez que un tejido neurológico se activa en el cerebro o en el cuerpo se crea mente. En consecuencia, desde una perspectiva científica, la mente es el cerebro en funcionamiento. Por ejemplo, usas una mente específica para conducir un coche. Utilizas otra mente para ducharte. Y otra distinta para cantar o escuchar música. Empleas un aspecto determinado de la mente para ejecutar cada una de estas funciones complejas porque seguramente las has llevado a cabo cientos de veces, de modo que tu cerebro recurre a una zona muy específica cada vez que las realizas.

Cuando conduces, por ejemplo, recurres de hecho a una secuencia, un patrón y una combinación específicos de redes neuronales. Esas redes no son sino grupos de neuronas que trabajan en comunidad –igual que un programa automático de software o una macro-  porque has ejecutado esa misma acción en numerosas ocasiones anteriores. En otras palabras, los recorridos neuronales que se encargan de llevar a cabo la tarea se definen y especializan aún más. Podría decirse que, cuando escoges conscientemente ejecutar la tarea de conducir un vehículo, indicas a ciertas neuronas de tu cerebro que se activen para crear cierto nivel mental.

En su mayor parte, el cerebro es un producto del pasado. Está diseñado y moldeado para convertirse en un documento viviente de todo lo que has aprendido y experimentado hasta este momento de tu vida. El aprendizaje, desde un punto de vista científico, se produce cuando las neuronas del cerebro se organizan en miles de conexiones sinápticas, y esas conexiones se disponen a su vez en redes neurológicas complejas y tridimensionales. Considera el aprendizaje como una actualización de tu cerebro. Cuando prestas atención al conocimiento o a la información y le asignas significado, esta interacción con el entorno deja improntas biológicas en tu cerebro. Cuando experimentas algo nuevo, tus sentidos escriben neurológicamente el relato en tu cerebro y todavía más neuronas se reúnen para crear conexiones aún más ricas, lo que enriquece tu cerebro aún más.

Las experiencias no sólo desarrollan los circuitos cerebrales, sino que también suscitan emociones. Considera las emociones como el vestigio químico de experiencias pasadas; o como una reacción química. Cuanto más alto es el cociente emocional de un acontecimiento acaecido en tu vida, más profunda es la impronta que deja esa experiencia en tu cerebro; así se forma la memoria a largo plazo. Así pues, si aprender significa crear nuevas conexiones en el cerebro, los recuerdos surgen de mantener esas conexiones. Cuantas más veces repites un pensamiento, una decisión, una conducta, una experiencia o una emoción, más neuronas se activan y se conectan y más tiempo prolongarán sus relaciones a largo plazo.

 

Fuente: Sobrenatural. Joe Dispenza. Ediciones Urano. Madrid. 2018.

 

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