Ya en esa época era un devorador de libros. Su método de trabajo consistía en hacer amplísimos extractos de los textos leídos para utilizarlos luego, casi siempre, en función crítico-polémica...

Ya en esa época era un devorador de libros. Su método de trabajo consistía en hacer amplísimos extractos de los textos leídos para utilizarlos luego, casi siempre, en función crítico-polémica. Marx leía siempre discutiendo, dialogando con los autores de los libros, fueran éstos clásicos o contemporáneos, objetando, juntando pensamientos de los autores leídos con las propias reflexiones. Uno de los autores más leído por Marx entonces fue Ludwig Feuerbach, quien había publicado en 1841 La esencia del cristianismo . Feuerbach le influyó mucho entre 1843 y 1844. Recomendó su lectura también a Jenny. Fue precisamente la crítica feuerbachiana de la religión lo que perfiló el criticismo del joven Marx y le llevó a combinar su incipiente ateismo con la antropología, o, mejor, con un programa filosófico para el hombre emancipado.

Por otra parte, su espíritu puntilloso y su carácter polémico le empujaban hacia el liderazgo intelectual. Había en Marx una constante búsqueda de la autoafirmación en la relación con otros intelectuales y pensadores. Por eso resulta siempre muy difícil la dilucidación precisa de las influencias en su formación. De Hegel había tomado, sin duda, su concepción dialéctica del proceso histórico, pero no le satisfacían ni el sistema ni los desarrollos más concretos de la filosofía hegeliana del derecho y del estado. Con Bauer coincidía en la necesidad de una revisión crítica de la mitología cristiana, pero disentía de él en el tema de la relación entre cristianismo y judaísmo y, sobre todo, en la apreciación de lo que habría de ser la emancipación de los humanos. Leyó, sí, con identificación al Feuerbach de la Esencia del cristianismo y de las Tesis provisionales y se entusiasmó con la inversión, de tipo materialista, que éste realizaba de la filosofía hegeliana y también con la formulación de la idea de la alineación práctica del hombre religioso que crea sus fantasmas y se somete luego a ellos; pero enseguida se separó también parcialmente de la filosofía de Feuerbach con la consideración de que éste daba demasiada importancia a la naturaleza y demasiado poca a la política, al análisis del ser social del hombre. Se identificó con el proyecto político de Ruge en la Gaceta Renana y en los Anuarios Franco-alemanes y mantuvo durante unos años una relación de amistad con él, pero ya en 1843 discutió el tono elegíaco, añorante, pesimista y la orientación filosófico-política del amigo.

La constante afirmación del pensamiento propio, en diálogo con los pensadores que le resultaban más próximos, hace inútiles las controversias de la marxología por determinar hasta qué punto el joven Marx fue hegeliano o feuerbachiano, o seguidor de Bauer, o de Ruge, o de Moses Hess, o de Heine. Todos esos autores estuvieron presentes en el joven Marx en mayor o menor medida. Con ellos dialogó y de ellos tomó ideas, giros, metáforas y pensamientos filosóficos. Pero creo que se puede decir que ninguno de ellos ha sido decisivo en la configuración del filosofar de Marx. Él aspiraba las ideas o los proyectos de los otros grandes con quienes congeniaba y las transformaba inmediatamente en pensamiento y proyecto propios, a veces mediante giros inesperados o por el procedimiento de ponerlos en relación con ideas procedentes de otros campos muy distintos de aquellos en los que se movían tales autores. Lo que acabaría configurando el peculiar filosofar de Marx fue su capacidad para llevar al límite la tendencia holística, globalizadora, muy alemana, de relacionarlo todo con todo: de remontarse a la historia cuando trataba de hechos particulares contemporáneos, como los robos de leña o la miseria de los vendimiadores del Mosela; de hacer teoría del estado cuando el tema inicial era la cuestión judía; de descender a la sociología de la contemporaneidad cuando había de abordar temas clásicos de la filosofía del derecho; de introducir un enfoque de filosofía política donde el otro estab

 

Fuente: Marx (sin ismos). Francisco Fernández Buey. El Viejo Topo. Barcelona. 1998.

 

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