UN "KILLER" EN LA CASA BLANCA

Focus: Política
Fecha: 10/11/2016

Donal Trump ha sido elegido presidente de Estados Unidos. El Sistema no había apostado por él y, en este caso, ha perdido la apuesta. No quiero entrar en las razones que explican su éxito (claro y rotundo, gracias al peculiar sistema de recuento de votos por Estado), pues para eso ya tendremos a los comentaristas del día después. Me interesa el individuo, su historia, su personalidad y cómo todo ello puede influir en su nuevo y poderoso cargo.

Donald Trump es un “killer”, como lo es Luis Suárez en la delantera del Barça. Es un hombre de acción que actúa y luego, suponemos, reflexiona sobre los resultados y sobre sus afectos colaterales, aunque no le importen mucho estos últimos.

Es también un “outsider”, un personaje atípico, ajeno a la pomada política que corretea por Washington. En esto se parece a un controvertido presidente (Andrew Jackson), el primero elegido por sufragio universal, que dirigió con mano firme el país entre 1829 y 1837. Un tipo duro, que decía cosas como que “el único indio bueno es el indio muerto”. De origen muy humilde, siempre supo conectar con el pueblo llano, frente a los intereses de la clase política dominante en aquella época, que lo despreciaban sin ambages. En esto último, hay también coincidencias con Trump.

Donald Trump, hijo de la rampante burguesía del ladrillo, fue educado por su padre Fred, junto a sus cuatro hermanos, en la dureza de la vida. Y eso que gozó de una infancia confortable y siempre se sintió querido por sus padres. La idea central de Fred era que no se podía confiar en la gente y para ello había que pertrecharse. Hay una anécdota muy reveladora, contada por Donald: su padre construyó grandes bloques de viviendas en Queens y Brooklyn y, en ocasiones, se hacía acompañar por sus hijos cuando iba a cobrar los alquileres. Donald observó que su padre no se situaba nunca frente a la puerta del inquilino cuando llamaba y preguntado por qué, el padre le respondió: es que a veces disparan. La conclusión de Donald fue clara: No es fácil ser propietario; hay que ser duro.

Para completar su formación, Donald fue enviado a una escuela militar (The New York Military Academy) a los trece años, y fue allí donde se curtió todavía más, para acabar siendo un tipo competitivo, agresivo y disciplinado. También aprendió (ver su libro The Art of the Deal”) a no mostrar debilidad: si te temen, te respetan.

Todo este proceso de socialización para hacer de él un guerrero tuvo su coste, un coste difícil de asumir. Su hermano mayor Freddie, con quien Donald estaba muy unido, acabó abandonando la empresa familiar porque no podía soportar la presión, y murió prematuramente alcoholizado. En el cuadro de valores de Donald Trump, su querido hermano era un loser, una tipología humana que le habían enseñado a despreciar.

Algunos analistas dicen que Trump sobreactúa, pero lo cierto es que todos actuamos de una u otra forma. En cualquier caso, Trump se siente muy cómodo en su papel: Trump hace de Trump.

Extrovertido, exuberante, dominante. Con una clara voluntad de ser desagradable. Parece que siempre esté enojado y al mismo tiempo sentirse cómodo con ello.

Acostumbrado a tomar grandes riesgos en su trayectoria profesional (con muchos aciertos y algunos errores), se diría que este rasgo es clave para comprender su personalidad.

Muchas de sus declaraciones son groseras ”boutades” (los emigrantes, las mujeres, los negros, los musulmanes), aunque si analizamos su posición en temas concretos vemos que resultan contradictorias. Por ejemplo, criticó a Bush por la invasión de Irak y ha estado en contra de la implicación de las tropas americanas en Siria. Hay que añadir su reconocido pragmatismo.

Pero por encima de su explosiva belicosidad, Donald es un súper narciso. Cuenta Gwenda Blair, en su libro The Trumps”, que en el funeral de su padre, “el día más duro de mi vida” según sus palabras, hizo una exposición en la que sólo habló de él mismo. Da la impresión de que se quiere tanto que nunca tiene suficiente.

Vamos a tener pues a un guerrero autoritario en la Casa Blanca. Un guerrero acostumbrado a hacer lo que le da la gana y que ahora tendrá que someterse a la voluntad del Congreso, un Congreso (Cámara y Senado) de mayoría republicana, pero muy alejado, en muchos aspectos, de los proyectos de Donald Trump. Por suerte para Estados Unidos, los contrapoderes funcionan. La duda es si un personaje como él estará dispuesto a este sometimiento.

Un personaje que todavía se enorgullece de haber sido “el más duro del barrio”.

 

 

Notas:

(1) En nuestra cita, un lúcido pensamiento de Orwell, muy pertinente en este momento.

(2) En de otras webs, una instructiva entrevista con Noam Chomsky, realizada hace nueve meses, en la que, entre otros temas, analiza el núcleo del mensaje de Trump y su impacto sobre el electorado. Un análisis anticipatorio sobre las elecciones.

Alf Duran Corner

 

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