Si el paradigma de Platón es la filosofía como <i> theòria </i> y el filósofo como espectador del tiempo y de la eternidad...

Si el paradigma de Platón es la filosofía como theòria y el filósofo como espectador del tiempo y de la eternidad, capaz de colocarse singularmente por encima del tiempo y del azar, Diógenes es justo lo opuesto: el filósofo de lo contingente, de la vida en el barril, de la adaptación a lo que depara la existencia, de la “vida al mínimo”, como dice Dudley. Desde este punto de vista, la filosofía no es una escapatoria de las contingencias que conforman las condiciones materiales de la existencia, sino un diálogo con ellas. Ahí radica el núcleo del modo en que Diógenes practicaba la filosofía (a lo que volveremos de inmediato). A diferencia de los metafísicos de su tiempo, de los que Platón era el ejemplo señero, Diógenes se contentaba con derivar su pensamiento directamente de su práctica social –o, en su caso, antisocial- sin fundamentarla en un terreno metafísico remotamente alejado de la experiencia. Esta falta de interés por fundamentar es otra semejanza significativa entre la práctica de Diógenes y la de los retóricos.

Diógenes se hubiera mostrado de acuerdo con William James: “Lo verdadero es lo bueno de acuerdo con aquello en lo que se cree”, si interpretamos estas palabras como “la verdad es lo que funciona”. Esta pragmática frase, que implica que el raciocinio sólo es efectivo en un contexto muy específico, y que ante todo resulta válido, lo mismo que una acción, por sus efectos, es a todas luces retórico por lo que supone. Retóricos como Isócrates también evitaron la teoría por ser algo alejado de las exigencias de la experiencia moral. Hicieron tan poco uso de la astronomía y la geometría como Diógenes. El lugar del cinismo en la historia de la filosofía ha sido siempre marginal por la negativa de Diógenes a tomar en serio los debates teóricos que causaban furor en las academias de su tiempo, como demuestra su repetida mofa de Platón. Para Hegel “no hay nada de particular que decir de los cínicos, pues tienen poquísima filosofía, y la que tuvieron no la estructuraron en un sistema científico”. Su atractivo ha parecido con frecuencia tan retórico (o literario) como filosófico o “científico “. Pero esto puede ser una manera de describir la fuente de la autoridad y la flexibilidad distintivas del cinismo más que una deficiencia metodológica.

 

Fuente: Los cínicos. R.Bracht Branham y Marie-Odile Goulet-Cazé (Eds.). Editorial Seix Barral. Barcelona. 2000.

 

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