In a time of deceit telling the truth is a revolutionary act. George Orwell.
Que cantaba Liza Minnelli en “Cabaret”. Y sigue la estrofa “Debe ser divertido en el mundo del hombre rico. Dinero, dinero, dinero, siempre soleado, en el mundo del hombre rico”.
Nacer en el lado soleado de la calle (“in the sunny side of the street”, que suelen decir en América) es nacer con la fortuna de pertenecer a una familia rica. Luego pasará lo que sea, pero naces bien lubricado.
Justamente ese pequeñísimo colectivo (el 1% de la población mundial, que controla el 50% de la riqueza), es el que lleva años presionando para suprimir el dinero en efectivo y obligar a los usuarios a hacer los pagos y cobros a través de procedimientos bancarios o similares, gracias a la tecnología digital.
Desde el cinismo más escandaloso vienen argumentando que sin efectivo no habría “dinero negro”, con lo que desaparecería milagrosamente el dinero procedente de la droga, la prostitución, el tráfico de armas, etc. y por ende las fuentes generadoras. Su cinismo respecto al dinero es que en paralelo ellos gozan de sus paraísos fiscales exclusivos, contando con la colaboración de sus serviles empleados en la Administración Pública. Se excusan diciendo que su práctica es legal y que todo se basa en ingeniería fiscal. No dicen que esos paraísos fiscales son las grandes plataformas desde las que se maneja todo negocio oscuro y corrupto que se mueve en el planeta.
Los gobiernos, bien adoctrinados, han ido poniendo límites a los pagos, fijando cantidades cada vez menores. Es cierto que los países anglosajones (sobre todo Estados Unidos – por su condición de Estado federal - y el Reino Unido) mantienen cierta flexibilidad, en tanto que los europeos son más dóciles y estrictos.
En la trampa de los pagos por otras vías ha caído la mayoría de la población, sobre todo las generaciones más jóvenes. No llevan dinero encima y pagan con sus móviles, sus tarjetas y otros soportes digitales. Son tan ingenuos y pretenciosos que no se dan cuenta de que los están llevando al corral.
Si no hubiera dinero en efectivo, el “gran hermano” controlaría del todo tus movimientos (en buena parte ya lo hace) y podría seguir la pista de tu vida en el día a día. Lo sabrían todo de ti: quién eres, donde estás, cuánto gastas, qué has comprado y a quién. Luego empaquetarían esta información y la venderían a terceros. Los algoritmos sirven para muchas cosas, pero también para esto.
En otros tiempos menos estresados la compra-venta se hacía en efectivo. La gente llevaba dinero encima y cuando se acababa sabía que había llegado al límite. Los sistemas de pago (en especial las tarjetas de débito) empezaron a romper el modelo. Utilizabas la tarjeta y luego te enterabas de que te habías pasado de tu límite concedido, por lo que recibías cargos adicionales con unos intereses exagerados. La Mafia históricamente hacía lo propio y las élites hipócritamente lo criticaban.
Lo que algunos denominan el “big money” es para un reducido porcentaje de la población que hace inversiones y gestiones de activos financieros de gran calado. Estos nunca se han ensuciado las manos con los billetes grasientos que circulan. Pero para la mayoría de la población la compra-venta se hace con “small money” y en este caso la transacción no es solo un acto económico sino también un acto social. Además, una sociedad sin dinero aumentaría la desigualdad, pues una parte de la población no tiene vínculos con la banca. En Estados Unidos se calcula que este colectivo supone una quinta parte de los mayores de edad.
Gracias a que algunos actores se han plantado (con los ciudadanos de Alemania y Japón a la cabeza) los proyectos de las élites económicas no han prosperado como querían. Justamente estos días los ciudadanos noruegos han dicho también no, rompiendo el patrón impuesto en Suecia, país en el que el dinero en efectivo apenas existe.
Desconfía de las entidades financieras. Protege tu intimidad. No caigas en la trampa de una supuesta modernidad. Lleva siempre unos billetes y unas monedas en la cartera. Si aceptamos sus pretensiones, el mundo acabará siendo un gran campo de concentración sin cámaras de gas.
Un mundo sin efectivo es un mundo controlado, un mundo sin libertad.