A CAU D'ORELLA / 2
Focus: Política
Fecha: 04/12/2017
Seguimos susurrando, porque el dinosaurio sigue allí.
Los inputs se amontonan, algunos se repiten, otros aparecen y desaparecen antes de que tengamos tiempo de decodificarlos. Hay que estar atentos, ordenarlos, jerarquizarlos. Veamos algunos a los que hemos prestado especial atención. Lo haremos a modo de juego de la oca, hilvanando uno con otro:
- El President Puigdemont ha dicho en una entrevista que, vista la nula reacción de las instituciones de la Unión Europea ante el contencioso Catalunya – España, quizás sería bueno preguntar más adelante a los ciudadanos de la República si quieren o no pertenecer a ese club. A mí la pregunta, que explotada por los medios ha suscitado recelos, me parece muy pertinente. No es un tema urgente, pero hay que tenerlo en cuenta.
- Porque conviene recordar que las instituciones de esa Unión Europea (no los ciudadanos) son los principales responsables, entre otras muchas cosas, del fracaso en la gestión de acogida de los refugiados procedentes de Oriente Medio (sobre todo sirios) y del África subsahariana. Ya no se habla de este tema, pero millares de refugiados siguen aparcados en tierra de nadie bajo el control de la dictadura turca, que cobra sus honorarios por el trabajo sucio realizado. Algún día el alma luterana de la señora Merkel tendrá que destapar lo inconfesable de sus actos y hacer acto de contrición, según recomiendan los cánones.
- También es necesario aclarar el malentendido de decir “Europa cree”, “Europa dice”. Europa no dice ni cree nada. Europa es una realidad geográfica y la Unión Europea es sólo una parte de esa realidad. Y dentro de esa unión, hay tres agentes diferenciados: la Comisión Europea (que hace las funciones teóricas de poder ejecutivo, pero menos de lo que aparenta), el Consejo Europeo (que acoge a los jefes de Estado o de gobierno de los países miembros de la UE, y que actúa como órgano político supervisor) y el Parlamento Europeo, cuyas decisiones no son vinculantes y que se ha transformado en un refugio dorado para muchos políticos en desuso. Desde un punto de vista coste-beneficio, la Unión Europea es ineficaz e ineficiente. No es el mejor sitio para ubicarse.
- Y para muestra, un botón. El señor Rajoy ha comentado, tras las declaraciones sobre la UE del señor Puigdemont, que no se puede criticar a los amigos, si no quieres llevarte un chasco. Será por eso que el señor Rajoy ha montado el numerito de nombrar al señor Juncker, presidente de la Comisión Europea, doctor honoris causa por la universidad de Salamanca. “Do ut des” (doy para que me des). Es el mismo señor Juncker que deberá comparecer en el juicio por escuchas ilegales, sucedido hace unos años en su país, y que determinó su dimisión como primer ministro. Está por ver si al final aparecen responsabilidades penales, por las que en Luxemburgo (un país diferente a España), por muy primer ministro que hayas sido, puedes acabar siendo acusado. Hasta ahora sólo los “mensajeros” han sido considerados culpables. “Do ut des”. Claro que el señor Juncker le debe a Rajoy su apoyo entusiasta (2014), cuando los europarlamentarios del PP votaron a su favor como Comisario Europeo. “Do ut des”. Y el señor Rajoy le debe a Juncker que desde su anterior posición como presidente del Eurogrupo (una especie de club difuso de los ministros de finanzas de la Eurozona), no penalizara al gobierno español por sus continuos incumplimientos de los objetivos de Déficit Público. Este es un juego personal en el que lo que cuenta son los egos. Mi sabia madre no los hubiera calificado de amigos, sino de “malas compañías”.
- Claro que uno puede llegar a sentirse cómodo en esa circunstancia, porque en el actual gobierno que preside el señor Rajoy hay un conjunto de ministros que han sido “reprobados” por el Congreso de Diputados y nadie ha sido cesado ni ha presentado su dimisión. La lista de los “reprobados” incluye al de Asuntos Exteriores señor Dastis (al que la BBC y Deutsche Welle han sometido a un tercer grado por la violencia en Catalunya), al de Interior señor Zoido (que concede honores a las fuerzas de seguridad por su “buen trabajo” el primero de octubre), al de Economía señor Montoro (que trata de chantajear a TV3 y Catalunya Radio reclamando un oscuro pago de un IVA atrasado) y al de Justicia señor Catalá (que se permite hacer mofa de los que recibieron porrazos en las cargas correspondientes). Este último arrastró tras de sí las reprobaciones del entonces Fiscal General del Estado y de su Fiscal Anticorrupción, por otros inconfesables motivos. E incluso la vicepresidenta señora Sáenz de Santamaría estuvo a punto de ser “reprobada” y la salvó el “A por ellos”. Y eso que es un Congreso – el que los reprobó - que comparte las posiciones del gobierno, como se ha demostrado en su apoyo mayoritario al 155. Quisiera recordar que “reprobar” es desaprobar, dar por malo. Y aquí cerramos el círculo de las “malas compañías”, en las que parece se siente cómodo el señor Rajoy.
- El mismo señor Rajoy que no sabe cómo frenar el órdago de las pensiones, tema muy importante para el Partido Popular, ya que tiene como votantes cautivos a la mayoría de los pensionistas del Estado. La confusión reinante es mayúscula, con el añadido de utilizar con escaso criterio el concepto de la “hucha de las pensiones”, como si el dinero saliera de esa fuente. Hay que hacer pedagogía activa y contarle a la gente (sobre todo a los pensionistas) que su pensión depende de que haya suficientes personas trabajando y cotizando día a día. Es una corriente de entrada-salida: unos trabajan y cotizan y otros no trabajan y cobran el subsidio. El dinero no sale de ninguna hucha. Lo que había (ya ha desaparecido) era un excedente que procedía de la época en que los ingresos (por cotización) eran superiores a los pagos (por pensión). El boom de la construcción y sus derivados explican buena parte de ese excedente. Pero eso es agua pasada y ahora las cuentas anuales de la Seguridad Social son deficitarias, y el gobierno tiene que acudir al crédito para cubrir el diferencial. El gobierno hará lo que sea conveniente a sus intereses (recortes menos transparentes en sanidad, educación, prestaciones sociales, aumentar la Deuda Pública, etc.) para seguir pagando las pensiones, pues ahí tiene una buena parte de sus votos. Una Catalunya independiente lo tendría mejor que el resto del Estado, por razones obvias: población ocupada, nivel salarial, peso de la industria, nuevas tecnologías. Ahora, a medio-largo plazo, el modelo actual tendrá que cambiar porque es insostenible.
- ¿Cómo puede ser, se preguntan algunos, que con semejantes problemas, se siga confiando en el Partido Popular? La leyenda del Titanic y su orquesta, que siguió actuando mientras el barco se hundía, se ha presentado como metáfora de lo que ocurre en España. El Estado se hunde por una mezcla de corrupción, mala gestión, soberbia, ineficiencia, manipulación, engaño, etc. y sus seguidores le siguen aplaudiendo. Pero hay una diferencia sustancial respecto al Titanic y es que en aquella ocasión sólo fueron ocho los que asumieron el papel de héroes (los componentes de la orquesta) en tanto que el resto (pasajeros y tripulantes) hicieron lo imposible por salvarse. En el Estado Español los votantes del PP (y también los del PSOE y Ciudadanos) son partícipes de la fiesta, y, al parecer, les encanta contemplar el hundimiento. Sólo les ha faltado aplaudir en paralelo el castigo que el bloque españolista ha infligido a la ciudadanía de Catalunya. Este suicidio colectivo podría ser descrito como una extraña combinación de sociopatía y masoquismo, un fenómeno que convendría estudiar con detalle.
- También convendría estudiar nuevas fórmulas de acuerdos internacionales para una República Catalana independiente, distintas de las que suelen recomendarse y que tienen trampas ocultas. Que los ciudadanos catalanes son europeos es una obviedad. Como también lo es que la Unión Europea es sólo una opción entre otras. En este momento la más atractiva no es la UE sino la EFTA, que es una organización europea formada por cuatro Estados (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein), sin aparatos institucionales, que defiende el libre comercio y tiene acuerdos con la UE sobre este menester (libre movimiento de mercancías y personas), a través del Espacio Económico Europeo. Y como la moneda la decide cada Estado, una República Catalana podría adherirse a la EFTA y mantener el euro como moneda. Es una opción heterodoxa, pero posible. Hay que romper la monotonía del discurso de la mediocridad generalizada.
- Y siguiendo el hilo de la mediocridad, bueno es fijarse un poco en la gestión online que el gobierno del Estado está aplicando sobre la Generalitat. Los funcionarios madrileños acuden rutinariamente a Barcelona y pasan unas horas despachando no se sabe qué. Como no saben catalán (que es para ellos una lengua extra-terrestre), ordenan se traduzca todo al castellano, generando más burocracia a la burocracia corriente. Como las finanzas públicas catalanas están intervenidas desde hace varios meses, los procedimientos se ralentizan y los pagos, si se hacen, se hacen a destiempo. La máquina no funciona o funciona mal. Muchos proyectos están congelados o bloqueados. Y los afectados son los ciudadanos, los mismos ciudadanos que pagan los impuestos a un Estado que los redistribuye según sus intereses políticos, ocultando este desvío estructural de fondos bajo el epígrafe de “solidaridad”.
- Solidaridad que ha vuelto a salir a la escena de la mano de los equilibristas profesionales que operan con las siglas “Catalunya en Comú – Podemos”. Como ya estamos en campaña para las elecciones del 21 de diciembre, este conglomerado de signos y señas diversas declaran su voluntad de “recuperar la convivencia”, entre catalanes y españoles, rota, según ellos, por los errores cometidos por los líderes de ambas corrientes. Estos chicos y chicas son los apóstoles de la “equidistancia”, que es un concepto de naturaleza geométrica que indica la igualdad de distancia entre dos o más puntos o cosas. Este análisis grosero de la situación en el que víctimas y verdugos son situados en el mismo plano, ha llevado a la inefable señora Colau a “pedir explicaciones” (que es una forma eufemística de sancionar) a los políticos catalanes encarcelados o exilados. Hay que ser muy ruin para caer tan bajo.
- Claro que para ruines vamos sobrados. Baste como muestra la “operación fuga”, que ha servido para que algunas empresas españolas cambien su domicilio social, dejen Catalunya y se ubiquen en las Españas. El gobierno del señor Rajoy (“malas compañías”), ha urdido una estratagema (acción hábil y engañosa para conseguir algo), mediante la cual los consejos de administración pueden decidir el traslado exprés, y no la juntas de accionistas, como exige la ley. Luego los voceros del Régimen han cantado las excelencias de este movimiento, contando con la ayuda obsequiosa de la patronal Foment y de la junta del Cercle d’Economia (menudo sainete estos últimos), que nos avisan del futurible caos de una Catalunya independiente. El discurso del miedo entre una población que desconoce la realidad económica ha hecho su trabajo. Santiago Niño Becerra, buen economista, ha calificado todo ello de “terrorismo económico”. Probablemente lo ha sido, pero la sangre no llega al río. Y no llega porque tanto desde la óptica de la oferta como desde la demanda, Catalunya continúa siendo lo que es. Una cosa es trasladar el domicilio social y otra, muy distinta, es trasladar los activos (físicos y humanos). Si las multinacionales Volkswagen y Nissan fabrican coches en Catalunya (la oferta) es porque encuentran las condiciones objetivas que les convienen en términos logísticos, de mano de obra especializada, de clúster de componentes, de productividad, etc. Y el mercado catalán (la demanda) es el más atractivo del Estado, en el que todo el mundo quiere participar, esté o no esté bajo un régimen de ocupación. Y es que, como dicen los anglosajones, “business is business”.
- Aunque la economía más fuerte y saneada puede entrar en barrena si sigue dominando el clima de “inseguridad jurídica” que viven los ciudadanos, que no saben de leyes pero que son capaces mejor que nadie de captar ese termómetro social de inestabilidad que se vive en Catalunya. Y es que su concepto de “inseguridad jurídica” y el nuestro son muy distintos. Que una campaña electoral se inicie con líderes encarcelados o exilados no es buena señal. La decisión del señor Pablo Llarena, magistrado del Tribunal Supremo, de mantener en prisión al vicepresident señor Junqueras, al conseller d’Interior señor Forn, y a los líderes civiles señores Sánchez y Cuixart, no ayuda a restablecer el mejor clima. Se me escapa el concepto de “reiteración delictiva”, quizás porque no puedo identificar el delito inicial de sus actos. Imagino que el señor Llarena ha interpretado la globalidad y el alcance de su decisión, que podría haber sido peor si hubiera mantenido en prisión a la totalidad de los consellers. En esto no ha hecho caso a los dos fiscales del tribunal, la señora Madrigal y el señor Moreno, ambos con vínculos políticos reconocidos. La señora Madrigal, que fue Fiscal General del Estado, ya equiparó en su día el proceso soberanista catalán a “oscurantismo, fanatismo y tiranía”. Por su parte, el señor Moreno, como juez en excedencia, asesoró en su momento al gobierno del Partido Popular en la reforma del Poder Judicial, siendo ministro el señor Ruiz Gallardón. También figuró como ponente en unas jornadas organizadas por la FAES, fundación que preside el señor José María Aznar.
- Como simples ciudadanos de a pie, nos gustaría que el señor Llarena hiciera algo que nos permitiera vivir en una sociedad en la que la justicia, la democracia y la libertad fueran las guías universales.
Mientras tanto, seguiremos esperando, porque el dinosaurio sigue allí.
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