A CONTRACORRIENTE

Focus: Sociedad
Fecha: 27/04/2021

Después de un largo período de contención social, Catalunya ha vuelto a disfrutar de una de sus fiestas más bellas: la diada de Sant Jordi. El clima ha acompañado y rosas y libros han llenado las calles de emoción y sentimiento, como tradicionalmente viene ocurriendo desde hace mucho tiempo.

Pero como estamos en la sociedad del espectáculo (hay que leer el viejo texto de Guy Debord), los medios de comunicación han montado un gran evento (como suelen decir los cursis), en el que se citan los libros más vendidos como si se tratara de una competición deportiva. Todo ello muy triste.

Que la gente compre un libro y lo regale, aunque ésta sea una ocasión única, siempre es positivo. Los sufridos libreros, sobre todo los pequeños, se lo agradecerán. Ahora tendrán que esperar que llegue la Navidad para que se dé otro tirón a la demanda. Porque el problema de fondo es que apenas se lee y que cuando se lee se hace frívolamente, eligiendo textos de pseudoautores cuyo único mérito es su alto grado de notoriedad. Cada año se repite la historia de ver entre los autores de los libros más vendidos a algún chapero mediático que podríamos calificar de analfabeto funcional.

Luego está la presencia de los grandes grupos editores (el oligopolio de la oferta), que ofrecen al público su cuadrilla de autores, en shows adocenados, con los consabidos fotoperiodistas y otras gentes afines. Es como un pase de modelos sin glamour.

Siempre me ha llamado la atención que los ciudadanos hagan cola para que un autor, al que muchas veces no han leído nunca (en ocasiones porque es su primera obra escrita), les estampe una dedicatoria poco convincente. ¿Acabarán leyendo el libro o simplemente se lo enseñarán como un trofeo a amigos y familiares?

Uno de los indicadores más útiles en los procesos de selección de personal  –que yo he utilizado abusivamente– es preguntarle al candidato o candidata qué está leyendo y por qué. Luego se sigue tirando del ovillo sobre sus lecturas habituales, los libros que más le han impactado, sus recuerdos infantiles, sus intereses, etc. Y es que el libro es el mejor retrato de nuestras vivencias, nuestros sentimientos, nuestras dudas, nuestras proyecciones, nuestras certezas. El libro como espejo de lo que somos y de lo que pensamos.

A modo de ejemplo, entre los libros más vendidos este año en la fiesta de Sant Jordi tenemos un pequeño ensayo-relato de Oriol Mitjà A cor obert, una mezcla de pensamientos y reflexiones que pertenecen a su vida privada, junto a la exposición de su trayectoria como científico frente a la pandemia. Si Oriol Mitjà no fuera una estrella mediática, seguramente no habría publicado el libro. La gente está ya muy cansada del Covid-19 como para  profundizar en este controvertido tema. El lector de este libro es ávido de lo privado de un personaje público. Y éste es un rasgo de personalidad que lo delata.

En el frente de la ficción tenemos a Javier Cercas con su novela “Independencia”, en la que la intriga tiene como telón de fondo su crítica catalanofóbica sobre el proceso de la independencia de Catalunya. En la obra de este autor siempre ha estado presente su posición ideológica, que ha consistido en blanquear la dictadura franquista y hacer de sus personajes centrales, escorados a la extrema derecha, sus héroes. Y cuando no ha tenido suficiente con su enaltación del franquismo y la bondad de la guerra civil, se ha dedicado –sin alterarse– a menospreciar a los catalanes independentistas. Comprar y leer a Javier Cercas, retrata prístinamente a quien lo hace. Otro claro rasgo de personalidad.

Para completar el cuadro de la fiesta, basta una referencia al acto del pregón que el Ayuntamiento de la ciudad de Barcelona organiza cada año. Desde que la señora Colau está al frente de esta entidad, los pregones los hacen autores castellanos, como si estuviéramos en Cuenca o en Torrelavega. La señora Colau –por ignorancia, por mala fe o por falta de sensibilidad– no tiene en cuenta que Barcelona es la capital de Catalunya, nación que dispone de una lengua propia, con una pléyade de escritores de cultura catalana. Y ya sabemos que en Catalunya –que antes era el gran centro de edición del Estado–  hay también un importante núcleo de autores de cultura castellana, algunos nacidos aquí y otros no.

Porque la cultura, señora Colau, es un conjunto de creencias, ideas, usos, costumbres, mitos, ritos, historia y lengua compartidos, que constituyen un todo diferencial respecto a otras culturas. Y en concreto la lengua, cualquier lengua, no es solo un instrumento de comunicación sino toda una visión del mundo. No se confunda: la diada de Sant Jordi es una fiesta de la cultura catalana, aunque se vendan novelas en castellano como la del señor Cercas o la de la señora Dueñas.

Por favor, un poco de decencia, de compostura, de respeto y de dignidad.

 

 

Memorial per als desmemoriats
Alf Duran Corner

 

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