A CONTRACORRIENTE
Focus: Política
Fecha: 27/02/2022
O sea, contra la opinión dominante, la opinión construida en base a informaciones sesgadas de realidades escasamente conocidas. Resulta cada vez más difícil saber de verdad que está ocurriendo, pues la mayor parte de los medios de información desinforman de manera sistemática. La ventaja de la edad, acostumbrados como estábamos a buscar la información por otros conductos durante los años de plomo del franquismo, nos permite salir más airosos de “la gran confusión”.
Y el contencioso de Ucrania resulta un ejemplo vivo de este estado de situación. Por lo que cuentan los medios (con contadas excepciones a nivel mundial), Vladimir Putin es la representación genuina del mal, como lo fue Saddam Hussein y “sus armas de destrucción masiva”. Y la gente (tanto los de la “plaza de Oriente 2” como los militantes y simpatizantes del nuevo PSOE de Salvador Illa, los de la izquierda divina y los de la derecha catalana civilizada) lo compra, lo almacena y lo difunde. Les venden la moto y no se enteran. O si se enteran, miran hacia otro lado.
El tema es muy complejo y requeriría un largo estudio. Pero con ánimo de ofrecer pistas para un análisis más riguroso, vamos a proponer algunas vías de reflexión:
- La guerra, cualquier guerra, significa destrucción. Destrucción de seres vivos, de la naturaleza, del medio ambiente, de los bienes creados por la Humanidad. Aquí no es aplicable la “destrucción creativa” de Schumpeter. En la guerra solo hay muerte y desolación. Todo el mundo está en contra. No hace falta firmar manifiestos, ni tomar la calle durante unas horas. Es una obviedad.
- A simple vista en la guerra todos salimos perdiendo, incluso los que se jactan de haberla ganado. Los únicos de verdad beneficiados (de los que apenas se habla) son las empresas fabricantes de armamento y sus redes de distribución. La mejor prueba de ello es que mientras los indicadores bursátiles de todo el mundo caen de forma precipitada, el “Defense & Aerospace Industry Index” (que agrupa a este tipo de empresas) mantiene sus posiciones e incluso sube.
- No hay razón para creer que el presidente Putin piense lo contrario y sea un amante de la destrucción. Es un macho alfa disciplinado, formado en los servicios de seguridad de un Estado autoritario. Es muy probable que sepa que sus decisiones entrañan riesgos, algunos no controlables, que pueden dar al traste con sus proyectos políticos. Y en este contexto ha decidido que su ejército inicie una guerra abierta contra el gobierno de Ucrania.
- Y si nos referimos a una guerra abierta con la intervención militar rusa es porque conflicto, guerra y muerte se suceden desde el 2014 en el sudeste de Ucrania, en el que el ejército regular ucraniano (con equipamiento tecnológico anglosajón) se ha enfrentado a las guerrillas de esa zona de cultura rusa, peor dotadas y organizadas, aunque hayan contado con cierto apoyo del gobierno Putin. La mejor prueba es el contraste entre la vida en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (así denominadas), en las que las secuelas de los continuos bombardeos de las fuerzas ucranianas durante los últimos ocho años han dejado un paisaje desolador, y la vida en el resto de Ucrania, donde hasta ahora no se apreciaba ninguna señal de malestar. Era como si en un país hubiera una zona de esparcimiento para “pegar unos tiros” si uno se aburría.
- Y aquí tenemos una pista para empezar a comprender el porqué de todo ello. Cuando Ucrania alcanzó la independencia (1991) se adoptó el modelo económico descrito como “capitalismo cowboy” (diseñado por los chicos de Harvard), que previamente se había impuesto en la Federación Rusa. No hubo tránsito ni evolución. Se pasó del blanco al negro. Ello creó confusión y fomentó la creación de una oligarquía corrupta. Los gobiernos ucranianos han ido cambiando, pero la basura siempre es la misma. El pueblo se acostumbró a la nueva forma de vida, como lo habían hecho otros pueblos similares. Se crecía, endeudándose. Los únicos perdedores eran los tildados de “secesionistas”, gentes de una parte del territorio que querían ejercer su derecho a la autodeterminación y decidir el futuro (su futuro) por su cuenta.
- Hubiera bastado con hacer algo tan sencillo como un referéndum, con todos los controles y garantías que se quisiera (internacionales, por supuesto), pero las autoridades ucranianas se negaron a ello. Y nadie movió pieza, porque mencionar la palabra “referéndum” no ha contado nunca con el favor de los países autoproclamados “democráticos” de la Unión Europea.
- Los habitantes de la Repúblicas Populares eran los pobres de la película. Mejor suerte tuvieron sus colegas de Crimea, que en 2014 declararon unilateralmente (no se puede hacer de otra manera) su independencia. Luego, estos sí, hicieron un referéndum (con observadores de la OSCE) que ganaron sobradamente, lo cual no sorprendió a nadie ya que la parte mayoritaria de la población es de lengua y cultura rusas. El gobierno ucraniano tuvo que enfundarse el colt porque el ejército ruso protegió el evento, y lo hizo porque geopolíticamente Crimea es una pieza clave en su estrategia. Tan clave que en la actualidad la República de Crimea forma parte ya de la Federación Rusa.
- En un momento de lucidez alguien quiso poner orden y sugirió la creación de una mesa donde se pudiera negociar un acuerdo de alto el fuego entre Ucrania y las Repúblicas Populares. La idea tenía mayor envergadura que frenar las hostilidades. Se trataba de encontrar la mejor de dos opciones: o se transformaba Ucrania en un Estado federal (modelo alemán) en el que los estados particulares tuvieran capacidad de veto sobre temas internacionales (como por ejemplo, entrar en la OTAN) o se ajustaba el país a la neutralidad del llamado modelo finlandés. El gobierno ucraniano de entonces se limitó a bloquear el proceso en base a temas procedimentales. Este fue el denominado “Protocolo de Minsk”.
- Otro de los temas agriamente archivados en la memoria colectiva de los rusos fueron los acuerdos que las potencias europeas supervisadas por el gobierno norteamericano de Bush padre firmaron primero con Gorvachov y luego con Yeltsin, los dos últimos presidentes de la Unión Soviética. En esos acuerdos que suponían el desmembramiento de la URSS y el no veto de los soviéticos a la reunificación alemana, se convino verbalmente que la OTAN no se desplazaría hacia los países de la antigua órbita soviética (los así definidos en el pacto de Yalta de 1945 entre Roosevelt, Churchill y Stalin).
- Cabe preguntarse por qué no se disolvió la OTAN cuando el supuesto enemigo (la Unión Soviética) había desaparecido. Todos los países del este (la Federación Rusa incluida) habían asumido el credo liberal, que Fukuyama sacralizó como el “fin de la Historia”.
- Y en 1999 cuando Vladimir Putin alcanza el poder, el pastel está servido. La OTAN no sólo seguía viva, sino que se habían incorporado nuevos socios a la “alianza occidental”. Polonia, Hungría y la República Checa aquel mismo año. Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia en el 2004. Albania y Croacia en el 2009. La ubicación geográfica de esos países permite ver que de “occidentales” no tienen nada.
- No hay que ser un experto en lógica matemática para darse cuenta de que la OTAN y sus principales mandatarios pretendían arrinconar a la República Rusa. Basta con repasar los conceptos clave de la lógica aristotélica. Era una jugada similar a la del líder soviético Nikita Khrushchev, cuando en 1962 depositó sus misiles en Cuba, a pocas millas de Miami. Kennedy reaccionó y lo que podía haber sido el inicio de una guerra nuclear, acabó pacíficamente con la retirada de los equipos.
- Pero Putin no es Gorbachov y procede profesionalmente de los llamados “servicios de inteligencia”, que por sistema desconfían de todo. Y cuando vio lo que ocurría en Ucrania, donde convivían difícilmente etnias, religiones, culturas y lenguas diversas, y donde la extrema derecha se había asentado como si fuera su casa, tomó la decisión de romper el inestable statu quo. Primero avisó a las partes interesadas para que dieran su apoyo al Protocolo de Minsk hasta sus últimas consecuencias. No le prestaron mucha atención y continuaron con sus cábalas sobre la seguridad en Europa en el marco de la OSCE.
- La OSCE es la organización para la seguridad y cooperación en Europa donde se hallan representados todos los países europeos. Es también el foro apropiado para hacer grandes negocios. En las reuniones de mayor alcance político se producen reuniones paralelas de carácter oficioso entre vendedores y compradores de armamento. Mejorar la seguridad es la gran coartada. La debilidad militar de Ucrania podía ser resuelta vendiéndole armas de última generación. Mantener la inestabilidad era el marco adecuado. Y así lo hicieron.
- El negocio de las armas es un negocio cruel, pero es un negocio muy rentable. Cualquier arma es un producto y solo se justifica si se usa, si se consume. Hay que reponer stocks e irlas cambiando a medida que aparecen nuevas prestaciones. Pueden financiarse mediante renting, como se hace con los automóviles. El material usado siempre tiene salida en los mercados secundarios, con África como principal cliente.
- El cuaderno de reproches de Putin estaba servido. El gobierno norteamericano además había presionado al alemán para que bloqueara el gasoducto Nordstream 2, gasoducto acabado y dispuesto a operar. Este gasoducto, mucho más moderno que el anterior, era más eficiente, lo que repercutía en el precio para los clientes europeos de Gazprom. Las empresas americanas gasistas querían sustituirlo por su excedente de gas licuado transportado desde Estados Unidos por mar. Business is business. El bloqueo no tenía ningún sentido para los europeos, pero se llevó a término. En segundo lugar estaba el tema de Minsk, dejado expresamente en barbecho. Por último la situación calamitosa de Donestk y Lugansk no podía continuar. El gobierno ruso podría haber cerrado el grifo del gas y dejar en el congelador a media Europa. No lo ha hecho hasta ahora y el gas continúa circulando regularmente por el territorio ucraniano. Ha optado por un movimiento militar, que veremos en que termina.
- Las represalias económicas de la “alianza occidental” (en una economía globalizada como la actual) afectarán a todo el mundo. De hecho los inversores apuestan por una “guerra relámpago”, porque saben que cuanto más dure el conflicto mayor será la afectación. La Federación Rusa puede aguantar el primer envite. Las reservas de moneda de su banco central suman 631.000 millones de dólares (la cuarta posición en el mundo, detrás de China, Japón y Suiza).
- Como siempre el pueblo llano saldrá malparado. Los orígenes del conflicto son de variada índole y sus responsables son plurales. No sabemos hoy como acabará, pero sí evidenciamos que la máquina desinformativa coloca a Vladimir Putin como la nueva y única arma de destrucción masiva.
- Y esto no es verdad.
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