A CONTRACORRIENTE

Focus: Política
Fecha: 30/05/2019

Éste es un espacio crítico que no se debe a nada ni a nadie, lo que me permite analizar la realidad sin pasivos que ocultar, pasivos que hacen cierta la aguda reflexión de Upton Sinclair cuando dijo It is difficult to get a man to understand something when his salary depends upon his not understanding it”.

Al margen de la lectura sesgada y procaz de los medios estatales (públicos y privados) y de sus derivados en Catalunya (La Vanguardia, el Periódico y afines), los medios catalanes no contaminados surfean entre clichés y generalidades. Hay mucha cháchara y poco rigor informativo. Por poner un ejemplo reciente, la tertulia que TV3 organizó en las horas previas al cierre de los colegios electorales (con una mayoría de tertulianos-opinadores que se repiten monótonamente en todos los frentes) fue penosa. En el café de un pueblo podría tener sentido; en una cadena de televisión no. El espectáculo visual que acompañó al acto fue lo más atractivo. Y cuando fueron apareciendo los resultados reales, siguieron los disparates. Sólo Ernesto Ekaizer, el periodista argentino afincado en Madrid pero con presencia permanente en Barcelona, supo comprender lo que estaba pasando. Y en un aparte dijo que lo más importante de las distintas elecciones que se celebraban ese día en el Estado, y quizás lo único que quedaría en la historia al cabo de unos años, era que la candidatura que encabezaba el president Puigdemont en las elecciones al parlamento europeo había ganado de forma rotunda en Catalunya.

Las batallas de las municipales en el Principat eran las corrientes y el resto de elecciones en el Estado español eran “sus” elecciones.

Porque el triunfo de Puigdemont, Comín y Ponsatí es el triunfo del independentismo, que ha superado todas las burdas trampas del aparato del Estado y también las zancadillas de amigos y conocidos. Porque la decisión del señor Junqueras de no querer ir junto a Puigdemont y lo que representa, es un error estratégico de calibre. Se ha perdido la oportunidad de entrar en el parlamento europeo con un frente único que hubiera representado ante el mundo al independentismo catalán. ERC ha entrado por la puerta de atrás, junto a otras opciones de izquierda, que yo respeto pero que no me representan.

Y es que de forma recurrente y cuando menos se lo espera, se desentierra el sobado maniqueísmo de la derecha y la izquierda, etiquetando las opciones políticas mediante prejuicios bien urdidos, donde se mezcla el resentimiento con la envidia y la mala fe. ¿O es que alguien libre de ataduras y con pensamiento crítico es capaz de defender que la práctica política del PSOE es una praxis de izquierdas? ¿Pedro Sánchez, Susana Díaz, Collboni, Iceta, González, Guerra y un largo etcétera de “amigos y conocidos” son de izquierda?  Por favor, no me haga usted reír. ¿Es que poner carriles-bici a gogo en una ciudad de acusados desniveles y pendientes, inventarse islas peatonales sin preguntar previamente a los vecinos que piensan de ello, promover un sindicato de manteros sin resolver el conflicto de base o reducir la presencia de la guardia urbana en los barrios, es también ser de izquierdas? ¿O no será más de izquierdas  –en lo que significa de mejora, progreso y apertura democrática-  abrir un frente rupturista con savia nueva e independiente (JxCat), enfrentarse al bunker histórico del PDeCat y construir un proyecto con trayectoria propia?

Hay que ser gilipollas (necio, estúpido, en el sentido genuino del término), pero que muy gilipollas, para no darse cuenta de todo ello.

Y para confirmar el vaticinio inteligente de Ekaizer, sólo cabe revisar los resultados de las elecciones europeas en el Principat:

 

Triunfo claro y contundente de JxC, que ha obtenido 250.000 votos más que la confluencia en la que se inscribe ERC. Y si sumamos los resultados de ambos, alcanzamos un 49,71% del total, frente al 39,73% de los españolistas. Como siempre Catalunya en Comú-Podem queda en el limbo, en “el no sabe no contesta”, territorio de la ambigüedad en el que parece se encuentra muy cómodo. Claro que este extraño equilibrio es insostenible y acabarán teniendo que mojarse. Pronto veremos si la señora Colau, en la formación del consistorio barcelonés, prefiere aliarse con la banda del 155 o se compromete de una vez con el derecho a la autodeterminación. Ella que va de izquierdas, debería recordar a Gramsci cuando dijo que “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.

Falta ahora completar el análisis global repasando el peso del soberanismo independentista (JxC y ERC) en las capitales de las 42 comarcas catalanas, lo que nos dará una idea de la representatividad territorial del fenómeno. Porque no es lo mismo un foco concentrado que una cobertura extensa.

En 31 de las capitales el soberanismo supera el 50% del voto, en un par lo roza (49,31% en Vilanova y la Geltrú, 48,17% en Reus), y en el resto, con la excepción de Sant Feliu del Llobregat (Baix Llobregat), el Vendrell  (Baix Penedés), Mataró (Maresme), Tarragona (Tarragonés) y en Vielha (Aran)  tiene mayor peso que los partidos españolistas. En Sabadell, curiosamente, igualan en porcentaje (43,41%). En Barcelona, por si hay alguna duda, supera en 7,64 puntos al bloque del PSOE, C’s, PP y Vox (39,02%) frente al 46,66% de JxC y ERC.

En Catalunya y en esta coyuntura histórica, las elecciones europeas son unas elecciones políticas, en tanto que las municipales, sobre todo en las medianas y pequeñas poblaciones, son unas elecciones de gestión.

Menos politicólogos y más criterio:  ¡Que falta hace!

Alf Duran Corner

 

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