A QUIEN VOTAR
Focus: Política
Fecha: 14/11/2012
La política profesional – esa confusa amalgama de intereses partidistas - confunde a muchos electores. Es por ello que hace años que utilizo una simulación para orientar mi voto. El ejercicio consiste en preguntarme qué harían los candidatos a las elecciones (en este caso, catalanas) si no fueran políticos profesionales. Estas son mis visualizaciones.
• El señor Navarro sería oficial administrativo en una caja de ahorros, de las de antes de la crisis financiera. Cumpliría fielmente con sus obligaciones y utilizaría las numerosas pagas extra de la entidad para ir amortizando la hipoteca de su apartamento en la costa de Tarragona. Vestiría con corrección, sin la menor pizca de atrevimiento. Llegaría puntualmente tarde a todas las citas, lo cual puede parecer paradójico pero no lo es.
Su problema como candidato es que quiere ser federalista en un Estado donde no hay federalistas. Es como el que dice que va a casarse, pero cuando se le pregunta con quién, responde que todavía no ha encontrado a nadie. Es el candidato perfecto para un partido en vías de extinción, que ha acabado siendo una delegación de ventas de un partido nacionalista español. Lo votarán los que se disfrazan cada año (física o simbólicamente) para ir a la feria de abril catalana.
• La señora Sánchez Camacho sería la responsable de logística de un convento de monjas seglares. Manejaría muy bien los stocks y sabría negociar los precios y las entregas de los proveedores. Se desplazaría arriba y abajo, haciendo sonar su manojo de llaves. La traicionaría su compulsiva verborrea. La comunidad le reconocería sus dotes de mando, pero no la promocionaría: mejor en la cocina.
Su problema como candidata es que no puede evitar las huellas de la casa cuartel. Es la candidata de un partido españolista con claros antecedentes franquistas, cuyas constantes democráticas están todavía por probar. Sus palabras y gestos son de falsa “indignada”. Puede contar con los votos de los quintacolumnistas de la vieja guardia y de sus familias – que siempre estarán ahí (prietas las filas) - , pero sabe que en Catalunya tiene un techo.
• El señor Rivera estaría en la cola de un “casting” de un fabricante chino de ropa interior de caballero (low cost) de Hospitalet del Llobregat. Iría enfundado en un traje modelo Tucci de color gris pálido, comprado en las rebajas del Corte Inglés. Haría cara de niño bueno, de comunión diaria, pero tendría el convencimiento de que hay que poner los codos para no perder posiciones. Complementaría sus ingresos como modelo con un trabajo de funcionario a tiempo parcial en la Ciudad de la Justicia.
Su problema como candidato es que vive de las migajas que le cede la señora Sánchez Camacho. Es la rama pija marrón de las “nuevas generaciones”. Su otro problema, éste más grave, es que juega a ser el doctor Jekill en Catalunya y el señor Hyde en Intereconomía. Aquí va de chico serio y buen padre de familia, y allí de fogoso militante de la caverna mediática. Presenta un discurso crítico, pero resulta risible. Su mercado son los funcionarios de matriz castellana y algunos resentidos que van de posmodernos.
• El señor Junqueras sería lo que es: un buen profesor universitario. Mantendría un tono pausado y solemne en sus clases magistrales, y conseguiría el respeto de sus alumnos de Historia Económica. Mantendría ciertas distancias con sus colegas y no entraría en el juego por el poder académico. Haría investigación sobre la Catalunya del siglo XVIII, período en el que llegaría a ser una autoridad reconocida. Viviría modesta y felizmente.
Su problema como candidato es que ha recibido una herencia complicada. La apuesta anterior de su partido por un gobierno de “izquierdas” frente a la opción catalanista, ha dejado heridas por cicatrizar entre sus fieles. Poco a poco ha ido marcando el territorio, ha renovado el equipo y ha declarado su voluntad independentista. Pero el ritmo ha sido lento y esto tendrá un coste electoral. Es el candidato de los históricos soberanistas de izquierda, debidamente documentados.
• El señor Mas sería alto directivo de una empresa catalana del sector textil-confección, muy orientada a los mercados extranjeros y con poca presencia en el mercado español. Viajaría con frecuencia y hablaría con facilidad varios idiomas. Controlaría las cuentas y procuraría autofinanciarse. Tendría el respeto de clientes, empleados y accionistas, que verían en él a un líder responsable. Sería muy celoso de su privacidad.
Su problema como candidato es que ha ido mucho más allá de lo que su partido esperaba de él. Lo del “peix al cove” ha pasado a mejor vida. Su otro problema es que ha de gestionar muy bien las contradicciones de su socio de coalición, cuyo líder le “hace la cama” tantas veces como puede. Su mezcla de coraje, temple, capacidad de resistencia y perseverancia ha descolocado a todo el mundo (amigos y enemigos). Tendrá el apoyo mayoritario de los catalanes, que lo votarán a título personal.
• El señor López Tena sería juez de instrucción, un buen juez de instrucción. Algo severo en las formas, pero justo y equilibrado en las sentencias. Con cierta asiduidad, publicaría profundos artículos en los medios convencionales, en los que trataría de hacer pedagogía sobre los conceptos clave de la superestructura jurídica. Promovería el debate en los círculos intelectuales sobre temas políticos, económicos y sociales, lo que en ocasiones le crearía problemas en su entorno profesional.
Su problema como candidato es que hacer de “enfant terrible” en un contexto tan mediocre acaba cansando al más osado. Ha sido la espoleta que ha puesto el independentismo en el primer plano. Su capacidad jurídica para salir del laberinto español es incuestionable. Se merece el reconocimiento de los ciudadanos. Lo votarán los independentistas jóvenes no adscritos a ningún partido y sus entusiastas seguidores.
• El señor Herrera sería dependiente en una tienda de productos ecológicos. Llevaría una bata azul claro, para estar en línea con la filosofía del negocio. Trataría con amabilidad a sus clientes, aunque a veces pretendería darles lecciones sin que estos se lo pidieran. Circularía con una bicicleta impoluta, cuyo timbre de aviso apenas se oiría. Se haría socio de un cine-club especializado en películas clásicas de buenos y malos.
Su problema como candidato es que su partido ha perdido la estela de sus orígenes históricos (que tenían un gran valor de capitalización) y su marca actual confunde. Su segundo problema es que todavía no se ha dado cuenta de que ahora la prioridad es otra. Su discurso se queda en la superficie de las cosas (las “retallades”) y no ahonda en el por qué hemos llegado a esta situación. Obtendrá el voto de sus fieles y de los que, como él, tampoco se han enterado de qué va la película.
Sírvase usted mismo.
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