A VUELTAS CON LA JUSTICIA

Focus: Sociedad
Fecha: 06/11/2009

Los jueces, como la mayoría de los funcionarios públicos no dedicados a la docencia, son de talante conservador. La decisión que uno toma al elegir una profesión entre lo privado y lo público, entre el riesgo y la seguridad, explica buena parte de la personalidad que subyace en un funcionario.

Los jueces no hacen las leyes (es uno de sus argumentos de defensa habituales), pero sí las interpretan, y las interpretaciones son tan laxas como uno quiera.

Los jueces juzgan a los demás, pero muy raramente son juzgados. Cuando excepcionalmente lo son, la manta corporativista de sus propios colegas actúa para protegerlos.

Hay sentencias que atentan contra la más elemental justicia, basándose en temas procedimentales. El ciudadano medio se sorprende y se indigna, pero acaba callándose porque sabe que su voz no cuenta.

Muchos delitos dejan de ser juzgados por haber prescrito, lo cual no deja de ser una burla al Estado de Derecho.

La maquinaria judicial en España es lenta y pesada. Cuando uno tiene la ocasión de seguir de cerca un proceso judicial en Estados Unidos, se admira de la celeridad con la que se despachan los contenciosos más complicados.

La justicia, como casi todo, está muy centralizada. Los problemas están lejos y a la hora de juzgar, los jueces son incapaces de situar culturalmente los temas que se analizan.

El espectáculo ha entrado en los juzgados, acompañado de la televisión. La “presunción de inocencia” queda en una frase sin valor. La coyunda entre medios informativos y jueces está llegando al delirio.

Montesquieu tendría que revisar el espíritu de las leyes.

Un político de la “transición española” declaró en aquel entonces que “la justicia es un cachondeo”. La cosa ha ido a peor.

Alf Duran Corner

 

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