AKELARRE: VERSIÓN ESPAÑOLA

Focus: Política
Fecha: 11/10/2021

De origen vasco, el término “Akelarre” se refiere al lugar donde se reúnen las brujas. Etimológicamente procede de akerra (macho cabrío). Y si separamos los bloques semánticos tenemos aker (macho) y larre (pradera). Algunos estudiosos consideran que esta interpretación es castellana y fruto de la Inquisición y que sería más razonable creer que akelarre deriva de alkelarre, siendo alka una hierba para pastos y forraje.

Es muy probable que estos últimos tengan razón, pues la historia no oficial ya ha contado y documentado sobradamente todas las manipulaciones de que se valió la Inquisición, y la monarquía absoluta que la creó, la protegió y la promocionó, para cometer todo tipo de aberraciones sociales, políticas y económicas en nombre de su sacrosanto dogmatismo religioso.

La Inquisición ha dejado una huella imperecedera en la ideología dominante en el Estado español, a la derecha y a la izquierda del espectro, ideología de carácter reaccionario que aparece constantemente en las palabras y hechos de los dirigentes políticos y económicos, de la mesocracia y del pueblo llano. Aunque a veces traten de ocultarlo a través de mecanismos procedimentales (caso del poder judicial) o de una grosera retórica en la que repiten el mantra de ser “un Estado democrático de derecho” o el de “la unidad de España”, no pueden evitar mostrar su incontinencia.

Diariamente se producen señales en este contexto, que en un primer caso una sencilla lectura antropológica nos permitirá descifrar. La otra señal la interpretaremos desde el campo de la psicología clínica, tanto a nivel individual (psicopatía) como colectivo (sociopatía).

La primera señal se refiere al macroevento que el Partido Popular ha celebrado recientemente en Valencia, que desde una óptica inquisitorial podría considerarse una “junta diabólica”. Allí estaban todos o casi todos los que gobiernan un proyecto político heredero del franquismo, que no se cortan en sentirse continuadores de la España de pandereta construida por los austrias y consolidada por los borbones. Es por ello que declaran su fidelidad al rey y a lo que representa. Metafóricamente se reproduce socialmente el cuadro que Francisco Goya pintó en 1798 y que tituló “Akelarre”, en el que el “macho cabrío” es el centro de atención de todas las brujas. En aquellas fechas el sainete madrileño lo presidía teóricamente el rey Carlos IV, aunque la reina-consorte María Luisa de Parma promocionó a su amante Manuel de Godoy hasta que fue nombrado Jefe de Gobierno. El pueblo, como ocurre siempre, callaba, y solo los más atrevidos tatareaban algunas coplillas, como la que decía:

Mi puesto de Almirante

Me lo dio Luisa Tonante,

...Y siendo yo el que gobierna

Todo va por la entrepierna.

 

Este mecanismo, con otros nombres y apellidos (y en ocasiones con los mismos de entonces), es el que hemos tenido la oportunidad de presenciar en la plaza de toros de Valencia. El simple hecho de reunirse ahí no hace más que ratificar su adhesión explícita a un violento espectáculo que las élites españolas tienen la desvergüenza de declarar de “interés cultural”.

Como música de fondo tuvimos también el pulso político entre dos tipos mediocres que ocupan las posiciones máximas al frente de la manada: El ciudadano Casado, actual presidente del partido, y la ciudadana Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Sobre el ciudadano Casado hay poco que añadir sobre lo ya publicado. Es un trepador de palabra fácil y hueca, que no oculta sus condiciones demagógicas. El ciudadano Aznar apostó por él y esto ya es suficiente.

El caso de Díaz Ayuso es quizás más pintoresco. Vinculada al partido desde hace muchos años, dio el salto gracias al apoyo de la expresidenta Aguirre y del propio Casado. Luego se destetó e inició un camino por libre, con la colaboración de su consiliere (ver The Godfather de Francis Ford Coppola), el ciudadano Miguel Ángel Rodríguez, hombre de Aznar, que ocupó cargos de alta responsabilidad en su gobierno. Constituyen una pareja ideal, pues ambos comparten una actitud displicente y autoritaria, que Noelia Adáñez en “La Marea” describe agudamente como “macarra y desacomplejadamente estólida”. Esta falta de complejos les hace decir y hacer cualquier insensatez, sin apenas pestañear.

Pruebas del matonismo del ciudadano Rodríguez las hay por todas partes en su ya larga trayectoria política, hasta el extremo de que sus colegas del sistema judicial no tuvieron más remedio que condenarlo en un par de ocasiones, una por delito continuado de injurias graves contra un prestigioso médico, y otra por conducir en estado de embriaguez (con un múltiplo de cuatro de la tasa máxima legal permitida). Estos antecedentes no le han impedido llegar a la cumbre como Rasputín de la desafiante Ayuso. En cuanto a esta última, hay que reconocer que nos sentimos abrumados por su diarrea verbal. Primero dispara y luego, si acaso, pregunta. Veamos algunas muestras:

 

 

Esta es la joya de la corona que el PP tiene como alternativa al ciudadano Casado. Es la que según ese tebeo retrógrado que se llama “El Mundo” “electrizó a la multitud”. Venía de las Américas, donde entre otras barbaridades defendió el legado de España “que fue llevar precisamente el español y, a través de las misiones, el catolicismo, y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano”. La historia demuestra todo lo contrario, pero a esa señora le importa muy poco.

Quizás por eso Pablo Casado se puso la placa de sheriff y trató de remedar a su colega de la marca competidora (Pedro Sánchez, representante del PSOE) al grito de “a por él”. “Traeremos a Puigdemont aunque tengamos que viajar hasta el último país de Europa”.

Y aquí nos vemos obligados a dejar la antropología para pasarnos a la psicología en su vertiente clínica. Observamos que muchos españoles, a través de un proceso que Wilson, Dawkins y otros etólogos describen como “memes”, interiorizan valores, ideas, símbolos y prácticas culturales de sus ancestros. Es la herencia cultural (no genética) que va de una mente a otra. Entre estos memes está la “catalonofobia”, un pensamiento y acción fóbica frente a lo catalán. Y como Carles Puigdemont es la más genuina representación de lo catalán y ha sido capaz de abrir un frente internacional para defender los derechos de los catalanes a su independencia, los españoles (de derechas e izquierdas, que es casi lo mismo) están obsesionados con “cazar a la pieza”. Si es necesario, pagarán por su captura (vivo o muerto, como en las películas del viejo oeste).

Cuando este comportamiento se incrusta en un sujeto, podemos considerar que sufre un “trastorno obsesivo-compulsivo”. Sin darnos cuenta, todos pasamos en algún momento de nuestra vida por esta fase conductual. Empezamos preocupándonos por algo o por alguien, y esta preocupación ilógica va en aumento hasta que nos obsesiona y nos bloquea. Como cuando comprobamos, una vez y otra, si hemos cerrado bien la puerta de casa y todavía después nos quedan dudas. La fase siguiente es creer que todo esto es normal. Si además esta obsesión conecta con el sistema de valores propio, la patología es casi irreversible. En este tema los líderes de los partidos dinásticos españoles y sus marcas blancas, con sus mensajes repetitivos y persistentes sobre el independentismo catalán, inoculan el mal y lo hacen extensible a todos sus simpatizantes. A la larga esto afecta o puede afectar a la personalidad de muchos sujetos, incapaces de desarrollar la mínima capacidad crítica para cuestionar la validez de lo que les comunican. Es cuando se puede pasar de la psicopatía a la sociopatía.

Y nos estamos refiriendo al Partido Popular porque el último botellón lo organizaron ellos. Pero podríamos perfectamente extenderlo a sus colegas de la izquierda oficial. Solo para hacer boca, recordemos que el militante socialista y presidente de la comunidad de Aragón (ciudadano Lambán) expresó su “enorme alegría” por la detención del expresidente catalán y que su homónimo y presidente de la comunidad de Castilla-La Mancha (el ciudadano García-Page) declaró entre los vítores de los diputados manchegos que “Puigdemont acabará detenido. Y espero que sea con el aplauso de todos nosotros”.

Seguramente el espectáculo de Valencia fue más una lectura castellana del Akelarre que una lectura vasca. Simbolismo, brujos y brujas, obsesiones y un jibarizado Aznar como maestro de ceremonias en la sombra. Solo faltaba un émulo de Goya para retratar ese tóxico pandemónium.

 

 

Memorial per als desmemoriats
Alf Duran Corner

 

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