ALEMANIA COMO REFERENTE

Focus: Sociedad
Fecha: 05/08/2005

Una semana en el suroeste alemán, circulando por carreteras sinuosas, entre bosques milenarios y pueblos recoletos, en los que el hombre ha tratado de ajustarse a la naturaleza, es una cura para el cuerpo y para la mente.

Cuando se cruza la frontera con Francia, a la altura de Freiburg, el paisaje cambia , primero de forma ligera y luego abruptamente. La gigantesca arboleda de la Selva Negra, que parece arroparte para que te sientas seguro, es sustituida por la planicie y las bajas colinas en el horizonte.

Cruzas grandes poblaciones, como Lyon, y te diriges, por la autopista del sur, hacia la Europa meridional. Francia goza de un territorio excelente, bien regado por sus caudalosos ríos, pero no tiene el equilibrio de sus vecinos, la limpieza, el orden, la calidad en la gestión de los espacios.

Al aproximarte a la frontera española, se aprecia el contagio de la basura inmobiliaria. Las urbanizaciones aparecen por todas partes señalando un mal presagio.

La Junquera es un monumento a la vulgaridad, aunque el Alt Empordà (hasta Figueres) te confunde por su relativa placidez. Pronto te percatas de que tus peores hipótesis se confirman. Se ha alcanzado la metástasis.

Casas, casitas, apartamentos, chalets pequeñoburgueses, torres pretenciosas, caminos artificiales, almacenes abandonados, suciedad, mucha suciedad.

El síndrome de la “segunda residencia” (a la que las familias trasladan los problemas que no resuelven en la primera), ha favorecido la especulación inmobiliaria, con el beneplácito y las corruptelas de las administraciones de turno. Si a lo anterior añadimos la falta de civismo, la escasa educación y la nula sensibilidad por el medio ambiente, el resultado no debe sorprender a nadie.

Eso sí, crecemos por encima de la media europea. Pero si seguimos creciendo con estos mimbres nos vamos a cargar lo poco que queda del país.

Qué sean felices, si les dejan.

Volvemos en septiembre.
Alf Duran Corner

 

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