ALLEGRO MA NON TROPPO

Focus: Sociedad
Fecha: 05/08/2020

Mi admirado y prolífico historiador económico Carlo María Cipolla (fallecido en el año 2000), aparcó en una ocasión sus intereses académicos y repartió entre sus colegas de la universidad de Berkeley unas notas que incluían dos ensayos. El primero, más en su línea de investigación, era sobre el papel de las especias en el desarrollo económico de la Edad Media. El segundo (un divertimento) era sobre las por él descritas “leyes fundamentales de la estupidez humana”. Justamente este divertimento se extendió por el campus de forma clandestina, y acabó siendo publicado oficialmente, primero en inglés y luego en italiano. Con los años el libro ha alcanzado una difusión universal.

Releo a Cipolla cuando contemplo el espectáculo deplorable que algunos políticos de esta nación, que se autodefinen como independentistas, ofrecen al resto de los ciudadanos independentistas de a pie, que contemplan atónitos el psicodrama.

Los políticos profesionales a los que aludimos tienen su corte de paniaguados, que están colocados –muy bien colocados– en posiciones profesionales (medios de comunicación, administración pública, sistema educativo, etc.) y que están etiquetados como “nuestros”, pero que no solo no lo son sino que actúan contra los intereses de la independencia de Catalunya. Aquí podemos incluir buena parte de los programas intencionales de TV3 (la nostra?), de los programas de humor de la misma cadena (que degradan sistemáticamente al president de la Generalitat senyor Torra) o de los informativos “neutrales” que se permiten el lujo de referirse a que el president  Puigdemont está ordenando un espacio de “centro-derecha”, lo que expresa una notable ignorancia sobre las bases de ese proyecto político o un sectarismo malévolo que desearía obviar.

Y aquí está la trampa, que en un gesto de buena voluntad prefiero asignar al reino de la estupidez. No son mala gente, son estúpidos.

A mí me resulta clarificador no tener que dudar sobre la escasa calidad democrática del aparato del Estado español, y de sus delegados de ventas en el territorio, sean estos de extrema derecha (PP, Ciudadanos, Vox), de la derecha rancia de matriz españolista (PSOE), de la izquierda domesticada (Podemos, Izquierda Unida y “confluencias”) o de cualquier otra familia del Régimen. Sus declaraciones, sus actitudes, sus opiniones, sus conductas se ajustan al mantra: hay que escarmentar a estos díscolos. En Catalunya, tras la autoridad competente, tenemos a los chicos y chicas del pesebre: los sucursalistas del socialismo apalancado, capitaneados por el sempiterno señor Iceta (siempre viviendo a cargo del Estado), los okupas del 15M (que se han apropiado de la simbología de una revolución de la señorita Pepis), capitaneados por la antigua abeja Maya señora Colau y la última estrella mediática señora Albiach y los izquierdistas de oficio, que han borrado los residuos del histórico Psuc y viven de las rentas de una falsa progresía. No hace falta añadir a esta serie de nacionalistas españoles los “sospechosos habituales”, comandados por el beligerante señor Carrizosa, representante de la nueva derecha chirriante y malcarada, siempre bien acompañado por otros grupos teóricamente más extremos, que hace que Ciudadanos parezca un partido de centro-liberal, cuando no es ni lo uno ni lo otro.

A este bloque los aparco, como aparco su discurso. No me interesan. Son el enemigo a batir. Quiero entrar en las tripas de “los nuestros”, que deberían ser aliados o cómplices, para comprender su deriva.

Y ahora vuelvo a Cipolla y a su concepto de la estupidez.

Desde los orígenes históricos registrados, Hipócrates y Galeno, los padres de la medicina, identificaron ciertos trastornos (como la manía, la epilepsia, la demencia, la histeria, etc.) como rupturas del equilibrio homeostático. Esta clasificación tuvo un largo recorrido, hasta que en el siglo XVIII (el “siglo de las Luces”), Pinel y Esquirol (en el despertar de la psiquiatría), reagruparon a este colectivo en cuatro categorías: maníacos, melancólicos, idiotas y dementes. Entre los siglos XIX y XX se fue progresando y simplificando, quedando al final dos grandes grupos: los psicóticos (que sufren alteraciones profundas de la personalidad y no son conscientes de ello) y los neuróticos (con molestias menos relevantes, de las que tienen conciencia). El paso definitivo lo dio la asociación norteamericana de psiquiatría, que creó el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), que es la mejor herramienta de análisis y diagnóstico.

¿Y dónde están los idiotas, los cretinos y los estúpidos que nos rodean? Probablemente son “borderline” (inestables en los estados de ánimo). A ellos se refiere Carlo Maria Cipolla.

Y para situarnos mejor hemos de ceñirnos a las “leyes fundamentales de la estupidez humana”.

La primera y más significativa dice que “siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. A estas alturas de la película, no saber interpretar que Esquerra Republicana de Catalunya es un partido independentista que no quiere la independencia o la sitúa en un horizonte indeterminado, es un problema de difícil solución. Comprender la realidad tal como es, guste o no guste, es un primer paso para salvar la barrera de la estupidez. Votar a ERC es votar autonomismo reciclado (“la caseta i l’hortet”).

La segunda ley señala que “la probabilidad de que determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica”. La estupidez no admite sesgos, se reparte de forma aleatoria. Esta ley avala el carácter democrático de la patología. Mi réplica a mi querido Cipolla es que prefiero “mis estúpidos” (que puedo controlar) a los de los otros. Es la posición de Franklin Delano Roosevelt respecto a sus “malnacidos”, que ya he comentado en otras ocasiones.

La tercera ley (la descrita como ley de oro) indica que “un estúpido es una persona que ocasiona pérdidas a otra persona o a un grupo sin que él se lleve nada o incluso salga perdiendo”. El portavoz de ERC en el congreso, señor Rufián, tiene el gatillo fácil y dispara a diestro y siniestro (en ocasiones contra él mismo). No se aprecia que estos movimientos convulsos le proporcionen ningún beneficio, ni a él ni a su grupo político, por lo que su comportamiento se ajusta perfectamente a esta ley. Por ejemplo, su constante referencia a asociar el entorno del president Puigdemont a la antigua Convergència o a la “derecha catalana”, sin aportar ningún argumento sólido que lo confirme, aburre al más adicto. Las explosiones verbales no controladas del antes muy notorio señor Tardà corresponderían también a esta interesante ley. Cipolla ya adelanta previamente una subclasificación de la especie humana entre incautos, inteligentes, malvados y estúpidos. No vemos maldad ni inteligencia y pocas pistas anuncian candidez en esta gente: solo nos queda la estupidez.

La cuarta ley nos dice que “los no estúpidos siempre infravaloran el poder dañino de los estúpidos. Olvidan constantemente que en todos los momentos y lugares y bajo cualquier circunstancia tratar o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error”. En el espacio catalán tenemos muchos ejemplos, como es el caso del apoyo del PdeCat al PSOE para el control de la Diputación de Barcelona (y sobre todo de su millonaria dotación presupuestaria). Fue la cúpula de ese PdeCat la que tomó la decisión, cúpula que está ahora en proceso de desintegración. Otro muy llamativo ejemplo es la apuesta de los no estúpidos de ERC (que los hay, sobre todo en la base) por la “mesa de diálogo” con el gobierno del PSOE. ¿Qué no saben con quién se acuestan?  O son unos ingenuos o son unos cínicos. Un caso más lo tenemos en los alcaldes que de buena fe (es un suponer) apoyan la opción de la cúpula del PdeCat (Bonvehí, Bel, Solsona, Castells y otros amigos y conocidos) de no fusionarse en el espacio de Junts per Catalunya sin pedir nada a cambio. Han de tener claro que esa cúpula solo quiere que les mantengan sus cuotas, que significan ingresos y poltronas. Por último contamos con el repetitivo canto sobre el “pacto progresista” para el gobierno de Catalunya, en el que algunos líderes de ERC proponen asociarse con el PSC, Iniciativa, Comuns y el resto de marcas y submarcas residuales, todos ellos contrarios a la independencia de Catalunya. Cuidado con el poder dañino de los estúpidos con los que te asocias, si no quieres acabar pagando muy caro tu error de apreciación.

La quinta y última ley (que cierra con contundencia esta reflexión heterodoxa) concluye que “la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”. Luego: “El estúpido es más peligroso que el malvado”.

Hay que repetirlo por si alguien no se ha enterado todavía. El problema no son los malos, que ya los tenemos identificados. El problema son los falsos buenos, que navegan en la estupidez.

Alf Duran Corner

 

« volver