ANTIAMERICANISMO
Focus: Política
Fecha: 27/01/2004
La derecha francesa ha sido siempre capaz de producir algunos especímenes cultos que, con mayor o menor rigor, han construido teorías sociales de signo netamente conservador. En este sentido la derecha francesa es una excepción en la Europa del último siglo, donde la reflexión intelectual y crítica ha sido y sigue siendo patrimonio de la izquierda.
Por eso las ideas de personajes como Jean François Revel, André Glucksman o Bernard-Henry-Lévy han encontrado amplio eco en los medios de difusión occidentales, con especial énfasis en los foros de Estados Unidos.
La última “boutade” de este colectivo de “exquisitos” es que los europeos son antinorteamericanos.
Este mensaje ha calado hondo y se utiliza en régimen de barra libre: no estar de acuerdo con la guerra de Irak, con su postura frente al Tribunal Penal Internacional, con su rechazo a la firma del protocolo de Kioto, con la forma de manejar el contencioso afgano, con las medidas represivas y antijurídicas aplicadas a sus propios ciudadanos, es ser antinorteamericano.
Es preciso decir que éste es un mensaje tramposo. Una cosa es Estados Unidos y otra, muy distinta, el gobierno de Estados Unidos. Lo que a muchos europeos no les gusta es la Administración del señor Bush Junior. Y este rechazo, que es un rechazo lúcido y profundo, no tiene nada de visceral.
La América que amamos, patria de las libertades, ha sido secuestrada por un grupo bien organizado que está dinamitando todos los mecanismos legales que fueron desarrollados para proteger a la sociedad civil.
La América de Jefferson, de Lincoln, del bienintencionado Wilson, la América de la lucha contra los monopolios de Thedore Roosevelt, la América próspera del New Deal de F.D. Roosevelt, la América soñada por J.F. Kennedy, el proyecto de “la Gran Sociedad” de Lyndon B.Johnson que incluía una lucha persistente contra la pobreza, prestaciones sociales, cuidado del entorno, ciudades más habitables, etc, los tímidos avances del período clintoniano, todo está siendo borrado sistemáticamente por esta mezcla de fundamentalistas primarios, ejecutivos ambiciosos, lobbies interesados y arribistas sin escrúpulos.
Y el problema más grave es que éste es el único terno que hay en el escaparate y algunos gobiernos mediocres (como los de Blair, Aznar López o Berlusconi) lo han comprado a buen precio y están extendiendo su uso.
Cuando a finales de los sesenta empiezan a aplicarse los Derechos Civiles en Estados Unidos, el antiguo sur confederado deja de apoyar la causa de los demócratas y se pasa a un republicanismo hostil. Y aquí empieza el declive.
Se han cargado las tintas sobre el papel del “fundamentalismo cristiano” en esta reconversión ideológica, cuyo principal representante en la línea ejecutiva es el fiscal general John Ashcroft. Son gente que se autodefinen como “cristianos renacidos”, predican el “rearme moral”, hacen una lectura esperpéntica de la Biblia, consideran que Dios padre es su aliado estratégico, practican el maniqueísmo, son buenos discípulos de Goebbels, defienden el aislacionismo y consideran que Darwin era un especulador pseudocientífico. Tienen un mercado cautivo en el interior de Estados Unidos, pero ninguna credibilidad en el exterior.
Hacen mucho ruido, pero mandan poco.
Los que sí lo hacen y saben como hacerlo, son los neoconservadores. Sólo ahondando en sus fuentes podremos comprender lo que ocurre en Estados Unidos.
Los ideólogos del neoconservadurismo americano ( Paul Wolfowitz, William Kristol, Richard Perle, Norman Podhoretz, Allan Bloom ) son discípulos de Leo Strauss en teoría política (que recomendaba un gobierno fuerte y agresivo tras su experiencia personal en la debilitada república de Weimar, y una recuperación de los “valores morales” frente al relativismo dominante), de Albert Wohlstetter en pensamiento estratégico (y su teoría de la “fuerza de disuasión escalonada” y de las “armas nucleares tácticas”) y del tandem Hayek-Friedman en lo económic
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