Focus: Política
Fecha: 15/02/2021
Tras el insufrible y abigarrado espectáculo de TV3, donde las vicetiples habituales prepararon el ambiente para la traca final del sondeo, empezó el registro de resultados y de nuevo los comentarios y opiniones de tirios y troyanos. Todo muy hollywoodense, aunque un poco apolillado. Guy Debord tenía razón: la gestión de la cosa pública, la asignación de los recursos, la identificación de las prioridades de la ciudadanía, todo ello envuelto en un pack y vendido como mercancía.
Ahora ya tenemos los registros y en una lectura superficial podemos señalar que el independentismo aguanta bien los embates, que los socialistas mantienen una cuota de votos constante, que la derecha más españolista -que representaba el tándem Rivera-Arrimadas- se ha desplazado a la nueva marca Vox y ha dejado en la cuneta al invento mediático que era Ciudadanos, que la derecha dinástica del PP se ha “acarrozado” y que al batiburrillo de En Comú Podem & asociados (que podría ser una gestoría) le han bajado los humos.
Aunque lo más relevante ha sido la abstención (con un diferencial negativo de 25,54 puntos respecto al 2017) y los 76.967 votos que los “independentistas moderados” (que es un elemental oxímoron) del PDeCat han tirado a la basura. De nada les ha servido a estos últimos la cuota de pantalla que les ha regalado la Junta Electoral, en detrimento de a quien legítimamente le correspondía (JxC). Si alguien quiere hacer un ejercicio de masoquismo light, no tiene más que asignar ese voto a JxC en función de la ley electoral y se llevará una sorpresa mayúscula. Eso sí, hay que hacerlo bien, con rigor, territorialmente.
Y ahora tocará gobernar y empezarán los problemas. Le toca a ERC tomar la iniciativa y sus señales de humo no indican el mejor camino. Los cabeza pensantes de ERC siempre se han creído que son más independentistas y más izquierdistas que nadie. Pero los hechos no les dan la razón en el primer capítulo y en el segundo se meten en un terreno viciado, un terreno en el que sin ir más lejos pueden encontrarse con la rama reaccionaria del Psoe o con el tándem Colau-Valls.
El señor Aragonés, que aunque es un hombre anodino lo tiene fácil para superar al señor Montilla como President de la Generalitat, ha de tener claro que la prioridad es la independencia y que el resto viene después. Invitar a la señora Albiach y a su tropa anticatalana para un gobierno de coalición, es aceptar el sometimiento a la bota castellana. Es cierto que parece que sus votantes le son fieles hasta ahora, pero todo tiene un límite.
Y digo que parece porque hay que escanear los resultados para poder identificar un problema de fondo que afecta a la independencia de Catalunya.
El método a seguir es comparar los resultados obtenidos en el 2017 (21 de diciembre), después de la brutal represión física y psicológica que el Estado desarrolló el primero de octubre, con los de ahora. En esa fecha, en la que el Régimen había hecho lo imposible para borrar el voto independentista, JuntsxCat obtuvo 948.233 votos y ERC 935.861 votos. En total 1.884.094, con una abstención del 20,91% (de las más bajas de la historia electoral). Ahora JxC ha obtenido 567.421 y ERC 602.658. En total 1.170.079, con una abstención del 46,45%. Es decir, entre el 2017 y el 2021, los dos partidos hasta ahora en el gobierno de la Generalitat han perdido 714.015 votos.
Se dice que la abstención ha afectado a todo el mundo, con la excepción del PSC, que lleva años moviéndose en una horquilla entre 550.000 y 650.000, y al nuevo entrante (Vox), que ha rebañado los segmentos más chirriantes de la derecha canalla. Pero esto no es cierto y conviene saber por qué.
Si nos fijamos en la abstención, vemos que el diferencial entre la del 2021 y la del 2017 es de 25,54 puntos (46,45% - 20,91%). Vamos a aceptar, hipótesis verosímil, que la abstención mayor se ha debido a la pandemia y al miedo que el propio Régimen creó imponiendo las elecciones en plena crisis de salud pública.
Ahora hagamos un sencillo cálculo. Si en el 2017 la suma de votos de JxC y ERC fue de 1.884.094 y le restamos el diferencial de la mayor abstención (25,54%), tenemos una pérdida de votos de 481.197 votos. Pero antes ya hemos señalado que la pérdida real ha sido de 714.015. Luego y en el mejor de los casos ha habido 232.818 votos independentistas que se han evaporado. ¿Qué ha ocurrido? Tampoco han ido a la CUP, que solo ha perdido 6.416 votos.
Es cierto que los censos han cambiado, por lo que el diferencial absoluto (25,6) que supone una caída en la participación, queda relativizado, y entonces la pérdida es menor.
Pero hay algo que no va. El ciudadano que quiere la independencia de Catalunya, una vez ha llegado a esta posición, no se pasa al lado contrario, en el 95,5% de los casos, como los datos empíricos demuestran. ¿Por qué se ha abstenido? ¿Cómo una parte de los independentistas que fueron capaces de defender las urnas con su propio cuerpo y fueron castigados por ello, no han ido a votar? ¿Qué se ha hecho mal? Yo me limito a señalarlo para no caer en la autocomplacencia.
Mejor la autocrítica. La autocrítica constructiva, no la de catecismo ni la clínica, que son otros dominios.
No sea caso que acabemos muriéndonos de éxito.